ocotaje frustrado en su mujer.
Diez veces por dia interrumpia a su marido para ir con el brillante
ante el espejo. Despues se lo probaba con diferentes vestidos.
--Si quieres hacerlo despues...--se atrevio Kassim.--Es un trabajo
urgente.
Espero respuesta en vano; su mujer abria el balcon.
--Maria, te pueden ver!
--Toma! iahi esta tu piedra!
El solitario, violentamente arrancado, rodo por el piso.
Kassim, livido, lo recogio examinandolo, y alzo luego desde el suelo
la mirada a su mujer.
--Y bueno, ?por que me miras asi? ?Se hizo algo tu piedra?
--No--repuso Kassim. Y reanudo en seguida su tarea, aunque las manos
le temblaban hasta dar lastima.
Pero tuvo que levantarse al fin a ver a su mujer en el dormitorio, en
plena crisis de nervios. El pelo se habia soltado y los ojos le salian
de las orbitas.
--iDame el brillante!--clamo.--iDamelo! iNos escaparemos! iPara mi!
iDamelo!
--Maria...--tartamudeo Kassim, tratando de desasirse.
--iAh!--rugio su mujer enloquecida.--iTu eres el ladron, miserable!
iMe has robado mi vida, ladron, ladron! Y creias que no me iba a
desquitar... cornudo! iAja! Mirame... no se te habia ocurrido nunca,
?eh? iAh!--y se llevo las dos manos a la garganta ahogada. Pero cuando
Kassim se iba, salto de la cama y cayo, alcanzando a cogerlo de
un botin.
--iNo importa! iEl brillante, damelo! iNo quiero mas que eso! iEs mio,
Kassim miserable!
Kassim la ayudo a levantarse, livido.
--Estas enferma, Maria. Despues hablaremos... acuestate.
--iMi brillante!
--Bueno, veremos si es posible... acuestate.
--Damelo!
La bola monto de nuevo a la garganta.
Kassim volvio a trabajar en su solitario. Como sus manos tenian una
seguridad matematica, faltaban pocas horas ya.
Maria se levanto para comer, y Kassim tuvo la solicitud de siempre con
ella. Al final de la cena su mujer lo miro de frente.
--Es mentira, Kassim--le dijo.
--iOh!--repuso Kassim sonriendo--no es nada.
--iTe juro que es mentira!--insistio ella.
Kassim sonrio de nuevo, tocandole con torpe carino la mano.
--iLoca! Te digo que no me acuerdo de nada.
Y se levanto a proseguir su tarea. Su mujer, con la cara entre las
manos, lo siguio con la vista.
--Y no me dice mas que eso...--murmuro. Y con una honda nausea por
aquello pegajoso, fofo e inerte que era su marido, se fue a su cuarto.
No durmio bien. Desperto, tarde ya, y vio luz en el taller; su marido
continuaba trabajando. Una hora despues, este
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