Oigala, porque a usted podra serle de gran
provecho. Hace cinco anos me vi con gran frecuencia con Vezzera, un
amigo del colegio a quien habia querido mucho antes, y sobre todo el a
mi. Cuanto prometia el muchacho se realizo plenamente en el hombre;
era como antes inconstante, apasionado, con depresiones y
exaltamientos femeniles. Todas sus ansias y suspicacias eran
enfermizas, y usted no ignora de que modo se sufre y se hace sufrir
con este modo de ser.
Un dia me dijo que estaba enamorado, y que posiblemente se casaria muy
pronto. Aunque me hablo con loco entusiasmo de la belleza de su novia,
esta apreciacion suya de la hermosura en cuestion no tenia para mi
ningun valor. Vezzera insistio, irritandose con mi orgullo.
--No se que tiene que ver el orgullo con esto--le observe.
--iSi es eso! Yo soy enfermizo, excitable, expuesto a continuos
mirajes y debo equivocarme siempre. iTu, no! iLo que dices es la
ponderacion justa de lo que has visto!
--Te juro...
--iBah; dejame en paz!--concluyo cada vez mas irritado con mi
tranquilidad, que era para el otra manifestacion de orgullo.
Cada vez que volvi a verlo en los dias sucesivos, lo halle mas
exaltado con su amor. Estaba mas delgado, y sus ojos cargados de
ojeras brillaban de fiebre.
--?Quiere hacer una cosa? Vamos esta noche a su casa. Ya le he hablado
de ti. Vas a ver si es o no como te he dicho.
Fuimos. No se si usted ha sufrido una impresion semejante; pero cuando
ella me extendio la mano y nos miramos, senti que por ese contacto
tibio, la esplendida belleza de aquellos ojos sombrios y de aquel
cuerpo mudo, se infiltraba en una caliente onda en todo mi ser.
Cuando salimos, Vezzera me dijo:
--?Y?... ?es como te he dicho?
--Si--le respondi.
--?La gente impresionable puede entonces comunicar una impresion
conforme a la realidad?
--Esta vez, si--no pude menos de reirme.
Vezzera me miro de reojo y se callo por largo rato.
--iParece--me dijo de pronto--que no hicieras sino concederme por suma
gracia su belleza!
--?Pero estas loco?--le respondi.
Vezzera se encogio de hombros como si yo hubiera esquivado su
respuesta. Siguio sin hablarme, visiblemente disgustado, hasta que al
fin volvio otra vez a mi sus ojos de fiebre.
--De veras, de veras me juras que te parece linda?
--iPero claro, idiota! Me parece lindisima; ?quieres mas?
Se calmo entonces, y con la reaccion inevitable de sus nervios
femeninos, paso conmigo una hora de loco entu
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