--usted conoce bien el
corazon de Lidia, ?no es cierto?
Espero respuesta, pero Nebel permanecio callado.
--iSi, usted la conoce! ?Y cree que Lidia es mujer capaz de olvidar
cuando ha querido?
Ahora habia reforzado su insinuacion con una leve guinada. Nebel
valoro entonces de golpe el abismo en que pudo haber caido antes. Era
siempre la misma madre, pero ya envilecida por su propia alma vieja,
la morfina y la pobreza. Y Lidia... Al verla otra vez habia sentido
un brusco golpe de deseo por la mujer actual de garganta llena y ya
estremecida. Ante el tratado comercial que le ofrecian, se echo en
brazos de aquella rara conquista que le deparaba el destino.
--?No sabes, Lidia?--prorrumpio alborozada, al volver su hija--Octavio
nos invita a pasar una temporada en su establecimiento. ?Que
te parece?
Lidia tuvo una fugitiva contraccion de las cejas y recupero su
serenidad.
--Muy bien, mama...
--iAh! ?no sabes lo que dice? Esta casado. iTan joven aun! Somos casi
de su familia...
Lidia volvio entonces los ojos a Nebel, y lo miro un momento con
dolorosa gravedad.
--?Hace tiempo?--murmuro.
--Cuatro anos--repuso el en voz baja. A pesar de todo, le falto animo
para mirarla.
#Invierno#
No hicieron el viaje juntos, por ultimo escrupulo de casado en una
linea donde era muy conocido; pero al salir de la estacion subieron en
el brec de la casa. Cuando Nebel quedaba solo en el ingenio, no
guardaba a su servicio domestico mas que a una vieja india, pues--a
mas de su propia frugalidad--su mujer se llevaba consigo toda la
servidumbre. De este modo presento sus acompanantes a la fiel nativa
como una tia anciana y su hija, que venian a recobrar la
salud perdida.
Nada mas creible, por otro lado, pues la senora decaia
vertiginosamente. Habia llegado deshecha, el pie incierto y
pesadisimo, y en su facies angustiosa la morfina, que habia
sacrificado cuatro horas seguidas a ruego de Nebel, pedia a gritos una
corrida por dentro de aquel cadaver viviente.
Nebel, que cortara sus estudios a la muerte de su padre, sabia lo
suficiente para prever una rapida catastrofe; el rinon, intimamente
atacado, tenia a veces paros peligrosos que la morfina no hacia sino
precipitar.
Ya en el coche, no pudiendo resistir mas, habia mirado a Nebel con
transida angustia:
--Si me permite, Octavio... ino puedo mas! Lidia, ponte delante.
La hija, tranquilamente, oculto un poco a su madre, y Nebel oyo el
crugido de la ropa vi
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