Monte de los
Olivos, o momento vil en un hombre que no lo es, llevan al mismo fin:
ansia de sacrificio, de reconquista mas alta del propio valer. Y
luego, la inmensa sed de ternura, de borrar beso tras beso las
lagrimas de la mujer adorada, cuya primera sonrisa tras la herida que
le hemos causado, es la mas bella luz que pueda inundar un corazon
de hombre.
iY concluido! No me era posible ante mi mismo volver a tomar lo que
acababa de ultrajar de ese modo: ya no era digno de ella, ni la
merecia mas. Habia enlodado en un segundo el amor mas puro que hombre
alguno haya sentido sobre si, y acababa de perder con Ines la
irreencontrable felicidad de poseer a quien nos ama entranablemente.
Desesperado, humillado, cruce por delante de la puerta, y la vi echada
en el sofa, sollozando el alma entera sobre sus brazos. iInes!
iPerdida ya! Senti mas honda mi miseria ante su cuerpo, todo amor,
sacudido por los sollozos de su dicha muerta. Sin darme cuenta casi,
me detuve.
--iInes!--llame.
Mi voz no era ya la de antes. Y ella debio notarlo bien, porque su
alma sintio, en aumento de sollozos, el desesperado llamado que le
hacia mi amor, esta vez si, inmenso amor!
--No, no...--me respondio.--iEs demasiado tarde!
* * * * *
Padilla se detuvo. Pocas veces he visto amargura mas agotada y
tranquila que la de sus ojos cuando concluyo. Por mi parte, no podian
apartar de los mios aquella adorable belleza del palco, sollozando
sobre el sofa...
--Me creera--reanudo Padilla--si le digo que en mis muchos insomnios
de soltero descontento de si mismo, la tuve asi ante mi... Sali de
Buenos Aires sin ver casi a nadie, y menos a mi flirt de gran
fortuna... Volvi a los ocho anos, y supe entonces que se habia
casado, a los seis meses de haberme ido yo. Torne a alejarme, y hace
un mes regrese, bien tranquilizado ya, y en paz.
No habia vuelto a verla. Era para mi como un primer amor, con todo el
encanto dignificante que un idilio virginal tiene para el hombre
hecho, que despues amo cien veces... Si usted es querido alguna vez
como yo lo fui, y ultraja como yo lo hice, comprendera toda la pureza
viril que hay en mi recuerdo.
Hasta que una noche tropece con ella. Si, esa misma noche en el
teatro... Comprendi, al ver a su marido de opulenta fortuna, que se
habia precipitado en el matrimonio, como yo al Ucayali... Pero al
verla otra vez, a veinte metros de mi, mirandome, senti que en mi
alma, dormida en p
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