az, surgia sangrando la desolacion de haberla
perdido, como si no hubiera pasado un solo dia de esos diez anos.
iInes! Su hermosura, su mirada, unica entre todas las mujeres, habian
sido mias bien mias, porque me habian sido entregadas con
adoracion--tambien apreciara usted esto algun dia.
Hice lo humanamente posible para olvidar, me rompi las muelas tratando
de concentrar todo mi pensamiento en la escena. Pero la prodigiosa
partitura de Wagner, ese grito de pasion enfermante, encendio en llama
viva lo que queria olvidar. En el segundo o tercer acto no pude mas y
volvi la cabeza. Ella tambien sufria la sugestion de Wagner, y me
miraba. iInes, mi vida! Durante medio minuto su boca, sus manos,
estuvieron bajo mi boca, mis ojos, y durante ese tiempo ella concentro
en su palidez la sensacion de esa dicha muerta hacia diez anos. iY
_Tristan_ siempre, sus alaridos de pasion sobrehumana, sobre nuestra
felicidad yerta!
Sali entonces, atravese las butacas como un sonambulo, aproximandome a
ella sin verla, sin que me viera, como si durante diez anos no hubiera
yo sido un miserable...
Y como diez anos atras, sufri la alucinacion de que llevaba mi
sombrero en la mano e iba a pasar delante de ella.
Pase, la puerta del palco estaba abierta, y me detuve enloquecido.
Como diez antes sobre el sofa, ella, Ines, tendida en el divan del
antepalco, sollozaba la pasion de Wagner y su dicha deshecha.
iInes!... Senti que el destino me colocaba en un momento decisivo.
iDiez anos!... ?Pero habian pasado? iNo, no, Ines mia!
Y como entonces, al ver su cuerpo todo amor, sacudido por los
sollozos, murmure:
--iInes!
Y como diez anos antes, los sollozos redoblaron, y como entonces me
respondio bajo sus brazos:
--No, no...iEs demasiado tarde!...
#EL INFIERNO ARTIFICIAL#
Las noches en que hay luna, el sepulturero avanza por entre las tumbas
con paso singularmente rigido. Va desnudo hasta la cintura y lleva un
gran sombrero de paja. Su sonrisa, fija, da la sensacion de estar
pegada con cola a la cara. Si fuera descalzo, se notaria que camina
con los pulgares del pie doblados hacia abajo.
No tiene esto nada de extrano, porque el sepulturero abusa del
cloroformo. Incidencias del oficio lo han llevado a probar el
anestesico, y cuando el cloroformo muerde en un hombre, dificilmente
suelta. Nuestro conocido espera la noche para destapar su frasco, y
como su sensatez es grande, escoge el cementerio para inviola
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