o y vergueenza viril agonizaba en mi. El fracaso de un dia en
el sanatorio, y el diario ante mi propia dignidad, no eran nada en
comparacion del de ese momento, ?comprende usted? iPara que vivir, si
el infierno artificial en que me habia precipitado y del que no podia
salir, era incapaz de absorberme del todo! iY me habia soltado un
instante, para hundirme en ese final!
Me levante y fui adentro, a las piezas bien conocidas, donde aun
estaba mi revolver. Cuando volvi, ella tenia los parpados cerrados.
--Matemonos--le dije.
Entreabrio los ojos, y durante un minuto no aparto la mirada de mi. Su
frente limpida volvio a tener el mismo movimiento de cansado extasis:
--Matemonos--murmuro.
Recorrio en seguida con la vista el funebre lujo de la sala, en que la
lampara ardia con alta luz, y contrajo ligeramente el ceno.
--Aqui no--agrego.
Salimos juntos, pesados aun de alucinacion, y atravesamos la casa
resonante, pieza tras pieza. Al fin ella se apoyo contra una puerta y
cerro los ojos. Cayo a lo largo de la pared. Volvi el arma contra mi
mismo, y me mate a mi vez.
Entonces, cuando a la explosion mi mandibula se descolgo bruscamente,
y senti un inmenso hormigueo en la cabeza; cuando el corazon tuvo dos
o tres sobresaltos, y se detuvo paralizado; cuando en mi cerebro y en
mis nervios y en mi sangre no hubo la mas remota probabilidad de que
la vida volviera a ellos, senti que mi deuda con la cocaina estaba
cumplida. iMe habia matado, pero yo la habia muerto a mi vez!
iY me equivoque! Porque un instante despues pude ver, entrando
vacilantes y de la mano, por la puerta de la sala, a nuestros cuerpos
muertos, que volvian obstinados...
La voz se quebro de golpe.
--iCocaina, por favor! iUn poco de cocaina!
#LA GALLINA DEGOLLADA#
Todo el dia, sentados en el patio en un banco, estaban los cuatro
hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenian la lengua entre
los labios, los ojos estupidos, y volvian la cabeza con la
boca abierta.
El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El
banco quedaba paralelo a el, a cinco metros, y alli se mantenian
inmoviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba
tras el cerco, al declinar los idiotas tenian fiesta. La luz
enceguecedora llamaba su atencion al principio, poco a poco sus ojos
se animaban, se reian al fin estrepitosamente, congestionados por la
misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegria best
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