a la que no habia
vuelto mas. Se llevaron anchos y bajos divanes a la sala; y alli, en
el mismo silencio y la misma suntuosidad funebre que habia incubado la
muerte de mis hijos; en la profunda quietud de la sala, con lampara
encendida a la una de la tarde; bajo la atmosfera pesada de perfumes,
vivimos horas y horas nuestro fraternal y taciturno idilio, yo tendido
inmovil con los ojos abiertos, palido como la muerte; ella echada
sobre el divan, manteniendo bajo las narices, con su mano helada, el
frasco de Jicky.
Porque no habia en nosotros el menor rastro de deseo--iy cuan hermosa
estaba con sus profundas ojeras, su peinado descompuesto, y, el
ardiente lujo de su falda inmaculada!
Durante tres meses consecutivos raras veces falto, sin llegar yo jamas
a explicarme que combinaciones de visitas, casamientos y garden party
debio hacer para no ser sospechada. En aquellas raras ocasiones
llegaba al dia siguiente ansiosa, entraba sin mirarme, tiraba su
sombrero con un ademan brusco, para tenderse en seguida, la cabeza
echada atras y los ojos entornados, al sonambulismo de su Jicky.
Abrevio: una tarde, y por una de esas reacciones inexplicables con que
los organismos envenenados lanzan en explosion sus reservas de
defensa--los morfinomanos las conocen bien!--senti todo el profundo
goce que habia, no en mi cocaina, sino en aquel cuerpo de diez y ocho
anos, admirablemente hecho para ser deseado. Esa tarde, como nunca, su
belleza surgia palida y sensual, de la suntuosa quietud de la sala
iluminada. Tan brusca fue la sacudida, que me halle sentado en el
divan, mirandola. iDiez y ocho anos... y con esa hermosura!
Ella me vio llegar sin hacer un movimiento, y al inclinarme me miro
con fria extraneza.
--Si...--murmure.
--No, no...--repuso ella con la voz blanca, esquivando la boca en
pesados movimiento de su cabellera.
Al fin, al fin echo la cabeza atras y cedio cerrando los ojos.
iAh! iPara que haber resucitado un instante, si mi potencia viril, si
mi orgullo de varon no revivia mas! iEstaba muerto para siempre,
ahogado, disuelto en el mar de cocaina! Cai a su lado, sentado en el
suelo, y hundi la cabeza entre sus faldas, permaneciendo asi una hora
entera en hondo silencio, mientras ella, muy palida, se mantenia
tambien inmovil, los ojos abiertos fijos en el techo.
Pero ese fustazo de reaccion que habia encendido un efimero relampago
de ruina sensorial, traia tambien a flor de conciencia cuanto de honor
masculin
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