oyo un alarido.
--iDamelo!
--Si, es para ti; falta poco, Maria--repuso presuroso, levantandose.
Pero su mujer, tras ese grito de pesadilla, dormia de nuevo. A las dos
de la manana Kassim pudo dar por terminada su tarea; el brillante
resplandecia, firme y varonil en su engarce. Con paso silencioso fue
al dormitorio y encendio la veladora. Maria dormia de espaldas, en la
blancura helada de su camison y de la sabana.
Fue al taller y volvio de nuevo. Contemplo un rato el seno casi
descubierto, y con una descolorida sonrisa aparto un poco mas el
camison desprendido.
Su mujer no lo sintio.
No habia mucha luz. El rostro de Kassim adquirio de pronto una dura
inmovilidad, y suspendiendo un instante la joya a flor del seno
desnudo, hundio, firme y perpendicular como un clavo, el alfiler
entero en el corazon de su mujer.
Hubo una brusca apertura de ojos, seguida de una lenta caida de
parpados. Los dedos se arqueron, y nada mas.
La joya, sacudida por la convulsion del ganglio herido, temblo un
instante desequilibrada. Kassim espero un momento; y cuando el
solitario quedo por fin perfectamente inmovil, pudo entonces
retirarse, cerrando tras de si la puerta sin hacer ruido.
#LA MUERTE DE ISOLDA#
Concluia el primer acto de _Tristan e Isolda_. Cansado de la agitacion
de ese dia, me quede en mi butaca, muy contento con la falta de
vecinos. Volvi la cabeza a la sala, y detuve en seguida los ojos en un
palco balcon.
Evidentemente, un matrimonio. El, un marido cualquiera, y tal vez por
su mercantil vulgaridad y la diferencia de ano con su mujer, menos que
cualquiera. Ella, joven, palida, con una de esas profundas bellezas
que mas que en el rostro, aun bien hermoso, estan en la perfecta
solidaridad de mirada, boca, cuello, modo de entrecerrar los ojos.
Era, sobre todo, una belleza para hombres, sin ser en lo mas minimo
provocativa; y esto es precisamente lo que no entenderan nunca
las mujeres.
La mire largo rato a ojos descubiertos porque la veia muy bien, y
porque cuando el hombre esta asi en tension de aspirar fijamente un
cuerpo hermoso, no recurre al arbitrio femenino de los anteojos.
Comenzo el segundo acto. Volvi aun la cabeza al palco, y nuestras
miradas se cruzaron. Yo, que habia apreciado ya el encanto de aquella
mirada vagando por uno y otro lado de la sala, vivi en un segundo, al
sentirla directamente apoyada en mi, el mas adorable sueno de amor que
haya tenido nunca.
Fue aqu
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