a camisa
del primero la madeja que ocultaba, cortole sus vuelos, y echando la
zarpa al bulto, dijo, guinando el ojo a los suyos:
--Arria en banda, Cafetera.
Este, viendose abordado de tal manera, aunque sin esperanza de
salvacion, trato de defenderse a mordiscos y patadas.
--?Por que tengo de arriar?--gimio, apretando los dientes.
--iArria, te digo!
--iQue no me sale, vamos!
--iAtizale, Pipa!--le decian los otros.
Pero Pipa estaba por seguir, antes de la violencia, los tramites
pacificos.
--?Quien te dio esa estopa?
--Lo he trincao--contesto Cafetera con acento sublime.
iMagica palabra! Con ella dio el neofito, sin sospecharlo, una idea de
su capacidad futura. Aquella cabeza chata, crespa y enmaranada, se habia
engrandecido a los ojos de la patulea con la aureola del genio; el chico
prometia mucho. Pipa, que no se parecia en nada a las eminencias de
nuestra esclarecida sociedad, lejos de sofocar aquella naciente
inteligencia, solto la presa que tenia agarrada y se dispuso, despues de
mirar a los suyos, a prestarle toda la influencia de su posicion.
--Sigueme--le dijo con ademan solemne.
--?Aonde?
--A pulir la estopa. ?Tienes mas?
--iTengo un escoplo, de misto!
--iAprieta!... iViva Cafetera!--exclamo el jefe, echando a correr hacia
San Felipe.
--iViva!--contestaron los demas, siguiendole y llevandose en medio al
protegido.
Por un callejon que entonces era intransitable por lo pendiente, y hoy
es inaccesible porque forma angulo recto con la boveda celeste, echaron
nuestros personajes a paso de carga, y no se detuvieron hasta llegar a
una pequena barraca, incrustada entre un murallon de San Felipe y otro
del Cristo de la Catedral, en cuyo estrecho recinto se veian amontonados
diversidad de objetos, clasificados con la mayor escrupulosidad, y todos
de la especie de los que ya Pipa habia recibido de manos del neofito.
Alli, desde tiempo inmemorial, afluian los raqueriles productos de todo
el pueblo, que, aunque singularmente valian cortisimas cantidades,
llegaron, segun es fama, a formar, en cuerpo colectivo, un decente
capital al humilde mercader que, ocultando su mustia fisonomia bajo una
gorra de pieles, y detras de unas gafas como dos ruedas de polea, tenia
fuerza de voluntad o codicia bastante para luchar de sol a sol con tan
notabilisima parroquia.
Clasificando estaba unas chapas de cobre, cuando asomo Pipa la cabeza
dentro de la tienda.
--?Que traes tu, pillete?--le inte
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