mentos de las tres
personas en el _Cuartelillo_, cinco napoleones. Nada, pues, le quedaba
ya que ver, como el decia, cuando le avisaron que era preciso
embarcarse, porque estaba la fragata lista para darse a la vela.
Esta noticia, que no le sorprendio lo mas minimo, acabo de anonadar a su
madre y saco, por un instante, de su habitual atolondramiento a tio
Nardo.
Sigamosles ahora por el Muelle. En la ultima rampa se embarcan en un
bote que se dirige en seguida a la fragata que aun no ha contemplado
Andres mas que de lejos, sin que por ello la haya perdido de vista un
solo dia desde su llegada a Santander; por consiguiente, no ha podido
formarse todavia una idea exacta de lo que ella es.
A medida que se aproximaban los tres al buque, este va desarrollando a
sus ojos sus gigantescas proporciones; su negra mole parece que surge
del agua, y tia Nisca, aunque jamas se forja ilusiones ni las toma en
cuenta para nada, lo cree como el Evangelio. Y cree mas: para ella,
aquel volumen enorme tiene una fisonomia, fisonomia satanica, imponente,
que la mira siempre y con un gesto terrible que hiela la sangre en sus
venas. Los gritos de adentro y el sinnumero de caras que asoman sobre la
borda mirando a los del bote que llega, le parecen el alma diabolica y
multiforme de aquel monstruoso cuerpo en cuyos antros va a desaparecer
quiza para siempre, el hijo de su amor. El atezado rostro de tia Nisca
se vuelve livido.
Andres, por el contrario, se entusiasma mas y mas segun que se acerca a
la fragata. La magnitud de su casco, la elevacion de sus palos, el
laberinto de su jarcia, todo le enamora y hasta le enorgullece. ?Que
vale la pobre choza de su aldea junto a aquel flotante palacio que va a
habitar durante mes y medio?
En cuanto a tio Nardo, si hemos de ser justos, desde que pudo apreciar
la magnitud real y efectiva del barco hasta que llego a su costado, no
penso mas que en calcular como no se iria a pique un cuerpo tan pesado,
siendo el cuerpo tan _duro_ y tan _blando_ el elemento que le sostenia;
cuestion que trato con sus vecinos mas de una vez, a su vuelta a la
aldea.
Otro cuadro mas raro tienen que contemplar nuestros tres conocidos al
llegar sobre cubierta: montones de jarcia, cajas de provisiones, una res
acabada de desollar, enormes jaulas conteniendo vacas, cerdos y
carneros, y otras menores con gallinas; grupos de marineros aca izando
una verga, alla bajando pesados bultos a la bodega; y por ultimo,
revueltos y d
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