ma.--Lastima--continuo--me causan ustedes cuando les oigo
hablar de esa manera. Ustedes, ustedes son, por el contrario, los que
desean siempre _algo_, y este algo es precisamente lo que nosotros
teniamos de sobra: la paz del espiritu. Ustedes tienen la sensibilidad
encallecida, expuesta al roce de todos los sucesos del siglo en su
atropellada marcha; el alma rendida de vagar por un espacio enmaranado y
de atmosfera pestilente, y las ideas revolviendose en una orbita
insegura y desequilibrada, que no les permite encarinarse con un objeto
sin que otro nuevo venga a borrar su huella.
Nosotros, merced a lo que hoy se llama ignorancia, teniamos las
afecciones mas limitadas, y con la sensibilidad casi virgen, nos
preocupaba el suceso mas comun en la vida de ustedes; nuestras ilusiones
eran pequenas, es cierto, pero fuertes, y, sobre todo, consoladoras.
Nosotros, por lo mismo que ambicionabamos poco, nos satisfaciamos al
instante; pero ustedes, cuya ambicion no conoce limites, no se
satisfaran jamas. Yo, unicamente, que he pasado por las dos epocas,
comprendo cuanta verdad encierra lo que le estoy diciendo: para que
usted lo comprendiera del mismo modo, seria preciso que tocase y palpase
aquello cuyo recuerdo le merece tan desdenosa compasion; es decir, que
junto a este Santander de cuarenta mil almas, con su ferrocarril, con
sus monumentales muelles, con su ostentoso caserio, con sus cafes,
casinos, paseos, salones, periodicos, fondas y bazares de modas,
surgiese de pronto la vieja colonia de pescadores, con sus diez mil
habitantes y seis casas de comercio provistas de Castilla por medio de
recuas, o de _carros de violin_; la vieja Santander sin muelles, sin
teatro, sin paseos, sin otro periodico propio o extrano que la _Gaceta_
del Gobierno, recibida cada tres dias. Era preciso que usted pudiese
apreciar vivos estos dos cuadros para que no dudase sobre cual de ellos
cernia mas el tedio sus negras alas, y que generacion vivia mas
tranquila y mas risuena, si la que se cubre con el oropel de la moderna
sabiduria, o la cobijada bajo los harapos de nuestra vieja ignorancia.
Seguro estoy de que no serian mis contemporaneos los que en esta
exposicion presentasen mas arrugas en el alma. Por lo demas, amigo mio,
pobres teniamos y pobres tienen ustedes; ricos avaros existian junto a
ellos, y ricos insaciables existen. Es verdad que a nuestros pobres
envilecian los mismos privilegios que hacian odiosos a los ricos; pero
ustedes, quema
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