irara; era la misma mordida sobre la cruz: un
golpe seco de mandibula, y a otra rata.
Comprendio tambien de donde provenia aquella nefasta invasion, y con
larga serie de juramentos en voz alta, dio su maizal por perdido. ?Que
podia hacer Yaguai solo? Fue al rozado, acariciando al fox-terrier, y
silbo a sus perros; pero apenas los rastreadores de tigres sentian los
dientes de las ratas en el hocico, chillaban, restregandolo a dos
patas. Fragoso y Yaguai hicieron solos el gasto de la jornada, y si el
primero saco de ella la muneca dolorida, el segundo echaba al respirar
burbujas sanguinolentas por la nariz.
En doce dias, a pesar de cuanto hicieron Fragoso y el fox-terrier para
salvarlo, el rozado estaba perdido. Las ratas, al igual de las
martinetas, saben muy bien desenterrar el grano adherido aun a la
plantita. El tiempo, otra vez de fuego, no permitia ni la sombra de
nueva plantacion, y Fragoso se vio forzado a ir a San Ignacio en busca
de trabajo, llevando al mismo tiempo su perro a Cooper, que el no
podia ya entretener poco ni mucho. Lo hacia con verdadera pena, pues
las ultimas aventuras, colocando al fox-terrier en su verdadero teatro
de caza, habian levantado muy alta la estima del cazador por el
perrito blanco.
En el camino, el fox-terrier oyo, lejano, el ruido de carreteria de
los pajonales del Yabebiri ardiendo con la sequia; vio a la vera del
bosque a las vacas que soportando la nube de tabanos, doblaban los
catiguas con el pecho, avanzando montadas sobre el tronco arqueado
hasta alcanzar las hojas. Vio al mismo monte subtropical secandose en
los pedregales, y sobre el brumoso horizonte de las tardes de 38-40,
volvio a ver el sol cayendo asfixiado en un circulo rojo y mate.
Media hora despues llegaban a San Ignacio, y siendo ya tarde para
llegar hasta lo de Cooper, Fragoso aplazo para la manana siguiente su
visita. Los tres perros, aunque muertos de hambre, no se aventuraron
mucho a merodear en pais desconocido, con excepcion de Yaguai, al que
el recuerdo bruscamente despierto de las viejas carreras delante del
caballo de Cooper, llevaba en linea recta a casa de su amo.
* * * * *
Las circunstancias anormales porque pasaba el pais con la sequia de
cuatro meses--y es preciso saber lo que esto supone en Misiones--hacia
que los perros de los peones, ya famelicos en tiempo de abundancia,
llevaran sus pillajes nocturnos a un grado intolerable. En pleno dia,
Cooper habia t
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