ca. Y de aquella penumbra, como
de un capullo taciturno, se habia levantado aquella esplendida figura
fresca, indiferente y alegre, que no me conocia. Me miraba como se
mira a un amigo de la casa, en el que es preciso detener un segundo
los ojos, cuando se cuenta algo o se comenta una frase risuena. Pero
nada mas. Ni el mas leve rastro de lo pasado, ni siquiera afectacion
de no mirarme, con lo que habia yo contado como ultimo triunfo de mi
juego. Era un sujeto--no digamos sujeto, sino ser--absolutamente
desconocido para ella. Y piensese ahora en la gracia que me haria
recordar, mientras la miraba, que una noche, esos mismos ojos ahora
frivolos me habian dicho, a ocho dedos de los mios:
--?Y cuando este sana... me querras todavia?
iA que buscar luces, fuegos fatuos de una felicidad muerta, sellada a
fuego en el cofrecillo hormigueante de una fiebre cerebral!
Olvidarla... Siendo lo que hubiera deseado, era precisamente lo que
no podia hacer.
Mas tarde, en el hall, halle modo de aislarme con Luis Maria, mas
colocando a este entre su hermana y yo; podia asi mirarla impunemente,
so pretexto de que mi vista iba naturalmente mas alla de mi
interlocutor. Y es extraordinario como su cuerpo, desde el mas
invisible cabello de su cabeza al tacon de sus zapatos, era un vivo
deseo, y como al cruzar el hall para ir adentro, cada golpe de su
falda contra el charol iba arrastrando mi alma como un papel.
Volvio, se rio, cruzo rozando a mi lado, sonriendome forzosamente,
pues estaba a su paso, mientras yo, como un idiota, continuaba sonando
con una subita detencion a mi lado, y no una, sino dos manos, puestas
sobre mis sienes:
--Y bien: ahora que me has visto de pie: ?me quieres todavia?
iBah! Muerto, bien muerto, me despedi, y oprimi un instante aquella
mano fria, amable y rapida.
* * * * *
Hay, sin embargo, una cosa absolutamente cierta, y es esta: Maria
Elvira puede no recordar lo que sintio en sus dias de fiebre, admito
esto. Pero esta perfectamente enterada de lo que paso, por los cuentos
posteriores. Luego, es imposible que yo este para ella desprovisto del
menor interes. De encantos--iDios me perdone!--todo lo que ella
quiera. Pero de interes, el hombre con quien se ha sonado veinte
noches seguidas, eso no. Por lo tanto, su perfecta indiferencia a mi
respecto, no es racional. ?Que ventajas, que remota probabilidad de
dicha puede reportarme constatar esto? Ninguna, que yo vea. Maria
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