mas altas. Mire la cama, y vi, bajo la bolsa
de hielo, dos ojos abiertos vueltos a mi. Mire al medico, titubeando,
pero este me hizo una imperceptible sena con los ojos, y me acerque
a la cama.
Yo tengo alguna idea, como todo hombre, de lo que son dos ojos que nos
aman, cuando uno se va acercando mucho a ellos. Pero la luz de
aquellos ojos, la felicidad en que se iban anegando mientras me
acercaba, el mareado relampagueo de dicha, hasta el estrabismo, cuando
me incline sobre ellos, jamas en un amor normal a 37 deg. los volvere
a hallar.
Balbuceo algunas palabras, pero con tanta dificultad de sus labios
resecos, que nada oi. Creo que me sonrei como un estupido (ique iba a
hacer, quiero que me digan!), y ella tendio entonces su brazo hacia
mi. Su intencion era tan inequivoca que le tome la mano,
--Sientese ahi--murmuro.
Luis Maria corrio el sillon hacia la cama y me sente.
Vease ahora si ha sido dado a persona alguna una situacion mas extrana
y disparatada:
Yo, en primer termino, puesto que era el heroe, teniendo en la mia una
mano ardida en fiebre y en un amor totalmente equivocado. En el lado
opuesto, de pie, el medico. A los pies de la cama, sentado, Luis
Maria. Apoyadas en el respaldo, en el fondo, la madre y la hermana. Y
todos sin hablar, mirandonos con el ceno fruncido.
?Que iba a hacer? ?Que iba a decir? Preciso es que piensen un momento
en esto. La enferma, por su parte, arrancaba a veces sus ojos de los
mios, y recorria con dura inquietud los rostros presentes uno tras
otro, sin reconocerlos, para dejar caer otra vez su mirada sobre mi,
confiada en profunda felicidad.
?Que tiempo estuvimos asi? No se; acaso media hora, acaso mucho mas.
Un momento intente retirar la mano, pero la enferma la oprimio mas
entre la suya.
--Todavia no...--murmuro, tratando de hallar mas comoda postura a su
cabeza. Todos acudieron, se estiraron las sabanas, se renovo el hielo,
y otra vez los ojos se fijaron en inmovil dicha. Pero de vez en cuando
tornaban a apartarse inquietos y recorrian las caras desconocidas. Dos
o tres veces mire exclusivamente al medico; pero este bajo las
pestanas, indicandome que esperara. Y tuvo razon, al fin, porque de
pronto, bruscamente, como un derrumbe de sueno, la enferma cerro los
ojos y se durmio.
Salimos todos, menos la hermana, que ocupo mi lugar en el sillon. No
era facil decir algo--yo al menos. La madre por fin se dirigio a mi
con una triste y seca sonrisa:
--Que cosa ma
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