Ninguna. Ni la mas minima. ?Que quiere Vd. que se sepa
de eso? Ah, bueno... Si quiere una a toda costa, supongase que en una
tierra hay un millon, dos millones de semillas distintas, como en
cualquier parte. Viene un terremoto, remueve como un demonio eso,
tritura el resto, y brota una semilla, una cualquiera, de arriba o del
fondo, lo mismo da. Una planta magnifica... ?Le basta eso? No podria
decirle una palabra mas. ?Por que Vd., precisamente, que apenas la
conoce, y a quien la enferma no conoce tampoco mas, ha sido en su
cerebro delirante la semilla privilegiada? ?Que quiere que se sepa
de esto?
--Sin duda...--repuso a su mirada siempre interrogante, sintiendome al
mismo tiempo bastante enfriado al verme convertido en sujeto gratuito
de divagacion cerebral, primero, y en agente terapeutico, despues.
En ese momento entro Luis Maria.
--Mama lo llama--dijo al medico. Y volviendose a mi, con una sonrisa
forzada:
--?Lo entero Ayestarain de lo que pasa?... Seria cosa de volverse loco
con otra persona...
Esto de _otra persona_ merece una explicacion. Los Funes, y en
particular la familia de que comenzaba a formar tan ridicula parte,
tienen un fuerte orgullo; por motivos de abolengo, supongo, y por su
fortuna, que me parece lo mas cierto. Siendo asi, se daban por
pasablemente satisfechos con que las fantasias amorosas del hermoso
retono se hubieran detenido en mi, Carlos Duran, ingeniero, en vez de
mariposear sobre un sujeto cualquiera de insuficiente posicion social.
Asi, pues, agradeci en mi fuero interno el distingo de que me hacia
honor el joven patricio.
--Es extraordinario...--recomenzo Luis Maria, haciendo correr con
disgusto los fosforos sobre la mesa. Y un momento despues, con una
nueva sonrisa forzada:
--?No tendria inconveniente en acompanarnos un rato? ?Ya sabe, no?
Creo que vuelve Ayestarain.
En efecto, este entraba.
--Empieza otra vez...--sacudio la cabeza, mirando unicamente a Luis
Maria. Luis Maria se dirigio entonces a mi con la tercera sonrisa
forzada de esa noche:
--?Quiere que vayamos?
--Con mucho gusto--le dije. Y fuimos.
Entro el medico sin hacer ruido, entro Luis Maria, y por fin entre yo,
todos con cierto intervalo. Lo que primero me choco, aunque debia
haberlo esperado, fue la penumbra del dormitorio. La madre y la
hermana, de pie, me miraron fijamente, respondiendo con una corta
inclinacion de cabeza a la mia, pues crei no deber pasar de alli.
Ambas me parecieron mucho
|