ostros familiares, para caer en extatica felicidad ante
uno mismo, pese al delirio y cien mil delirios como ese, uno tiene el
derecho de sonar toda la noche con aquel amor--o seamos mas
explicitos: con Maria Elvira Funes.
* * * * *
iSueno, sueno y sueno! Han pasado dos meses, y creo a veces sonar aun.
?Fui yo o no, por Dios bendito, aquel a quien se le tendio la mano, y
el brazo desnudo hasta el codo, cuando la fiebre tornaba hostiles aun
los rostros bien amados de la casa? ?Fui yo o no el que apaciguo en
sus ojos, durante minutos inmensos de eternidad, la mirada mareada de
amor de mi Maria Elvira?
Si, fui yo. Pero eso esta acabado, concluido, finalizado, muerto,
inmaterial, como si nunca hubiera sido. Y sin embargo...
Volvi a verla a los veinte dias despues. Ya estaba sana, y cene con
ellos. Hubo al principio una evidente alusion a los desvarios
sentimentales de la enferma, todo con gran tacto de la casa, en lo que
coopere cuanto me fue posible, pues en esos veinte dias transcurridos
no habia sido mi preocupacion menor, pensar en la discrecion de que
debia yo hacer gala en esa primera entrevista.
Todo fue a pedir de boca, no obstante.
--Y Vd.--me dijo la madre sonriendo--?ha descansado del todo de las
fatigas que le hemos dado?
--Oh, era muy poca cosa!... Y aun--conclui riendo tambien--estaria
dispuesto a soportarlas de nuevo...
Maria Elvira se sonrio a su vez.
--Vd. si; pero yo, no, le aseguro!
La madre la miro con tristeza:
--iPobre, mi hija! Cuando pienso en los disparates que se te han
ocurrido... En fin--se volvio a mi con agrado.--Vd. es ahora--podriamos
decir--de la casa, y le aseguro que Luis Maria lo estima muchisimo.
El aludido me puso la mano en el hombro y me ofrecio cigarrillos.
--Fume, fume, y no haga caso.
--iPero Luis Maria!--le reprocho la madre, semi-seria--cualquiera
creeria al oirte que le estamos diciendo mentiras a Duran!
--No, mama; lo que dices esta perfectamente bien dicho; pero Duran me
entiende.
Lo que yo entendia era que Luis Maria queria cortar con amabilidades
mas o menos sosas; pero no se lo agradeci en lo mas minimo.
Entretanto, cuantas veces podia, sin llamar la atencion, fijaba los
ojos en Maria Elvira. iAl fin! Ya la tenia ante mi, sana, bien sana.
Habia esperado y temido con ansia ese instante. Habia amado una
sombra, o mas bien dicho, dos ojos y treinta centimetros de brazo,
pues el resto era una larga mancha blan
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