araba todos los
entusiasmos de aquel dolor, sacrificandole ellos la remota
probabilidad de vida que yo pudiera aun conservar alla abajo. Lo cual,
hiriendo mi doble vanidad de muerto y de vivo, avivo mi sed
de venganza.
Media hora despues mama volvio a preguntar por mi, respondiendole
Celia con tan pobre diplomacia, que mama tuvo en seguida la seguridad
de una catastrofe.
--iEduardo, mi hijo!--clamo arrancandose de las manos de su hermana
que pretendia sujetarla, y precipitandose a la quinta.
--iMercedes! iTe juro que no! iHa salido!
--iMi hijo! imi hijo! iAlfonso!
Alfonso corrio a su encuentro, deteniendola al ver que se dirigia al
pozo. Mama no pensaba en nada concreto; pero al ver el gesto
horrorizado de su hermano, recordo entonces mi exclamacion de una hora
antes, y lanzo un espantoso alarido.
--iAy! iMi hijo! iSe ha matado! iDejame, dejenme! iMi hijo, Alfonso!
iMe lo has muerto!
Se llevaron a mama sin sentido. No me habia conmovido en lo mas minimo
la desesperacion de mama, puesto que yo--motivo de aquella--estaba en
verdad vivo y bien vivo, jugando simplemente en mis ocho anos con la
emocion, a manera de los grandes que usan de las sorpresas
semi-tragicas: iel gusto que va a tener cuando me vea!
Entretanto, gozaba yo intimo deleite con el fracaso del padrastrillo.
--iHum!... iPegarme!--rezongaba yo, aun bajo la hojarasca.
Levantandome entonces con cautela, senteme en cuclillas en mi cubil y
recogi la famosa pipa bien guardada entre el follaje. Aquel era el
momento de dedicar toda mi seriedad a agotar la pipa.
El humo de aquel tabaco humedecido, seco, vuelto a humedecer y resecar
infinitas veces, tenia en aquel momento un gusto a cumbari, solucion
Coirre y sulfato de soda, mucho mas ventajoso que la primera vez.
Emprendi, sin embargo, la tarea que sabia dura, con el ceno contraido
y los dientes crispados sobre la boquilla.
Fume, quiero creer que cuarta pipa. Solo recuerdo que al final el
canaveral se puso completamente azul y comenzo a danzar a dos dedos de
mis ojos. Dos o tres martillos de cada lado de la cabeza comenzaron a
destrozarme las sienes, mientras el estomago, instalado en plena boca,
aspiraba el mismo directamente las ultimas bocanadas de humo.
* * * * *
Volvi en mi cuando me llevaban en brazos a casa. A pesar de lo
horriblemente enfermo que me encontraba, tuve el tacto de continuar
dormido, por lo que pudiera pasar. Senti los brazos delirante
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