sta que por su
nacimiento pertenece a un pais determinado puede tener por patria
intelectual la tierra entera y ponerse en comunicacion con los hombres
de todos los colores y todas las lenguas, hasta con los que viven en los
limites de un salvajismo recien abandonado. Por medio del "septimo
arte", un autor puede en la misma noche contar su historia imaginada a
los publicos de Nueva York, Londres y Paris, a las muchedumbres
cosmopolitas de los grandes puertos del Pacifico a los arabes que llegan
a caballo al aduar del desierto donde funciona el modesto aparato del
cinematografista errante, a los marineros que invernan en una isla del
Oceano Glacial y entretienen sus noches interminables con el relato mudo
de las novelas luminosas.
Yo puedo decir que una de mis mayores satisfacciones literarias la tuve
hace dos anos, estando en California, al conversar con un japones que
habia viajado por toda Asia.
Este hombre me hablo de una de mis novelas, contandome su "argumento"
del principio al desenlace para convencerme de que la conocia bien. No
la habia leido, por no estar traducida aun al idioma de su pais, y
pensaba comprar la version inglesa.
Pero la habia "visto" en un cinema de Pekin.
* * * * *
Ademas hay que hacer una confesion. La novela esta en crisis actualmente
en todas las naciones.
El siglo XIX fue el siglo de la musica y de la novela. Resulta tan
enorme la produccion novelesca de los ultimos cien anos y tan diversas
las actividades de sus novelistas, que autores y publico viven ahora
como desorientados.
Es casi imposible encontrar un camino virgen de huellas. Cuando el
novelista cree seguir un sendero completamente inexplorado, se entera a
los pocos pasos de que otros avanzaron por el mismo sitio antes que el.
Todos los resortes de la maquinaria novelesca parecen flojos y
mortecinos de tanto funcionar; todas las situaciones emocionantes, todos
los caracteres salientes, todos los tipos de humanidad, estan casi
agotados. La originalidad novelesca va siendo cada vez mas ilusoria. Por
eso sin duda, muchos autores violentan la serena sencillez de su idioma,
obligandole a producir una florescencia atormentada, de invernaculo, y
hacen de ello su mayor merito. Buscan ocultar de tal modo, bajo la
frondosidad forzada del lenguaje, la anemica pobreza de la historia que
cuentan.
Los novelistas se agitan infructuosamente en busca de novedad; el
publico exige igualmente novedad; p
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