pie no oculto su extraneza ante tan repetida afirmacion.
--?Y como llegaron ustedes a conocer que soy un gentleman?--pregunto,
sonriendo.
--Si pudiera usted examinarse en este momento desde los bolsillos de sus
pantalones al bolsillo superior de su chaqueta, se daria cuenta de que
lo hemos sometido a un registro completo. Apenas se durmio usted bajo la
influencia del narcotico, empezo esta operacion a la luz de los faros de
nuestras maquinas volantes y rodantes. Despues, el registro lo hemos
continuado a la luz del sol. Una maquina-grua ha ido extrayendo de sus
bolsillos una porcion de objetos disparatados, cuyo uso pude yo adivinar
gracias a mis estudios minuciosos de los antiguos libros, pero que es
completamente ignorado por la masa general de las gentes. La grua hasta
funciono sobre su corazon para sacar del bolsillo mas alto de su
chaqueta un gran disco sujeto por una cadenilla a un orificio abierto en
la tela; un disco de metal grosero, con una cara de una materia
transparente muy inferior a nuestros cristales; maquina ruidosa y
primitiva que sirve entre los Hombres-Montanas para marcar el paso del
tiempo, y que haria reir por su rudeza a cualquier nino de nuestras
escuelas.
Tambien he registrado hasta hace unos momentos el enorme navio que le
trajo a nuestras costas. He examinado todo lo que hay en el; he
traducido los rotulos de las grandes torres de hoja de lata cerradas por
todos lados, que, segun revela su etiqueta, guardan conservas animales y
vegetales. Los encargados de hacer el inventario han podido adivinar que
era usted un gentleman porque tiene la piel fina y limpia, aunque para
nosotros siempre resulta horrible por sus manchas de diversos colores y
los profundos agujeros de sus poros. Pero este detalle, para un sabio,
carece de importancia. Tambien han conocido que es usted un gentleman
porque no tiene las manos callosas y porque su olor a humanidad es menos
fuerte que el de los otros Hombres-Montanas que nos visitaron, los
cuales hacian irrespirable el aire por alli donde pasaban. Usted debe
banarse todos los dias, ?no es cierto, gentleman?... Ademas, el pedazo
de tela blanca, grande como una alfombra de salon, que lleva usted sobre
el pecho, junto con el reloj, ha impregnado el ambiente de un olor de
jardin.
Se detuvo el profesor un instante para agregar con alguna malicia:
--Y yo pude afirmar ademas, de un modo concluyente, que es usted un
verdadero gentleman, porque he ordenado a dos de
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