ion. El publico, ya que no podia verle, concentraba su
curiosidad en todo lo que era de su pertenencia, y por esto desde el
amanecer se aglomero en torno del palacio del gobierno para contemplar
la llegada de los objetos extraidos del navio del Hombre-Montana, que
los buques de la escuadra del Sol Naciente habian remolcado el dia
anterior.
Solo los amigos del gobierno y los personajes oficiales tenian permiso
para entrar en el palacio y ver de cerca tales maravillas. El enorme
patio central, donde podian formarse a la vez varios regimientos y en el
que se desarrollaban las mas solemnes ceremonias patrioticas, fue el
lugar destinado para tal exhibicion. Mientras llegaba el momento, los
invitados entraban a saludar a los altos y poderosos senores del Consejo
Ejecutivo y a los dos presidentes de la Camara de diputados y del
Senado, que vivian igualmente en el inmenso edificio.
Los guerreros de la Guardia gubernamental, hermosas amazonas de aire
desenvuelto y gallardo, defendian el acceso a las habitaciones
reservadas o se paseaban en grupos por el patio al quedar libres de
servicio. Estos militares privilegiados, que gozaban la categoria de
oficiales, pertenecian a las primeras familias de la capital. Iban
vestidos de la garganta a los pies con un traje muy cenido y cubierto de
escamas de plata. Su casquete, del mismo metal, estaba rematado por un
ave quimerica. Apoyaban la mano izquierda en la empunadura de su espada,
mirando a todas partes con una insolencia de vencedores, o se inclinaban
galantemente ante las familias de los altos personajes que iban llegando
para la ceremonia. Algunas mamas, severas y malhumoradas, encontraban
atrevida la expresion de sus ojos. Otras matronas, cuya barba empezaba a
poblarse de canas, quedaban pensativas y melancolicas a la vista de
estos hermosos guerreros, que parecian despertar sus recuerdos. Las
senoritas que ya estaban en edad de afeitarse fingian rubor ante sus
miradas audaces; pero las que no se veian objeto de la belicosa
admiracion se mostraban nerviosas, envidiando a sus companeras.
Paso por entre estos guerreros, con toda la austeridad de su caracter
universitario y sus opiniones antimilitaristas, el profesor Flimnap. La
inesperada aparicion del Gentleman-Montana habia dado una importancia
extraordinaria a la traductora de ingles. En unas cuantas horas se habia
convertido en el personaje mas interesante de la Republica. El gobierno
le llamaba para conocer sus opiniones;
|