ara que Gurdilo aconsejase su
muerte, como si de esto dependiese la felicidad nacional. Ademas, el
diario que pedia la supresion del Hombre-Montana habia ya reproducido en
una de sus ediciones ciertas palabras inquietantes del temible jefe de
la oposicion.
Vio el profesor como agitaba los brazos con violencia al hablar a sus
companeros del Senado, al mismo tiempo que fruncia el entrecejo y torcia
la boca con un gesto de escandalizada severidad. Esto le hizo creer que
estaba protestando de la ceremonia presente, de que el pobre gigante
hubiese sido conducido a la capital; en una palabra, de todo lo hecho
por el Consejo Ejecutivo y de cuanto pensase hacer.
Pero las observaciones del profesor fueron interrumpidas repentinamente
por el principio de la ceremonia. La musica militar, que seguia tocando
en el patio, quedo ensordecida por el redoble de una gran banda de
tambores que se aproximaba viniendo del interior del palacio.
Los altos y poderosos senores del Consejo Ejecutivo solo podian
presentarse en las ceremonias oficiales rodeados de gran pompa.
Entraron en el patio los tambores, que eran unos treinta, y detras de
ellos igual numero de trompeteros. A continuacion desfilo una tropa del
ejercito de linea, o sea de aquellas muchachas con casco de aletas que
Gillespie habia visto al despertar. Los soldados iban armados, unos con
arcos y otros con alabardas. Despues pasaron los guardias porta-espada,
llevando con la punta en alto y sostenidos por sus dos manos cerradas
sobre el pecho unos mandobles enormes que brillaban lo mismo que si
fuesen de plata.
De los tiempos del Imperio quedaba aun el ceremonial absurdamente
ostentoso de que se rodean los despotas. Varios pajecillos pasaron
moviendo altos abanicos de plumas blancas para que ningun insecto
viniese a molestar a los cinco magistrados supremos de la Republica.
Despues fueron desfilando estos uno por uno, pero no a pie, sino en
cinco literas llevadas a hombros por hijos de personajes influyentes,
pues tal honor representaba el principio de una gran carrera
administrativa. Las muchachas portadoras de las literas del Consejo eran
enviadas despues a gobernar alguna provincia lejana.
Pasaron igualmente las literas de los presidentes del Senado y de la
Camara de diputados, y a continuacion la del rector de la Universidad,
que tenia la forma de una lechuza y era llevada a brazos por cuatro
profesores auxiliares. Finalmente, cerraban la marcha, pero a pie, los
mi
|