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consumido el material de abrigo de tres regimientos.
Vivia en una aparente libertad. Todos los pigmeos instalados en la
Galeria para su servicio procuraban evitarle molestias, y hasta
pretendian adivinar sus deseos cuando estaba ausente el traductor. Pero
le bastaba ir mas alla de la puerta para convencerse de que solo era un
prisionero. Dia y noche permanecian inmoviles en el espacio, sobre la
vivienda del gigante, dos maquinas voladoras, que se relevaban en este
servicio de monotona vigilancia.
Si intentaba ir hacia la capital, o si avanzaba por el lado opuesto mas
alla del rio, sentiria inmediatamente en su cuello el enroscamiento de
uno de aquellos hilos de platino que le amenazaban con la decapitacion.
Imposible tambien salir durante la noche, pues los ojos de las bestias
aereas partian incesantemente la sombra con sus cuchillos luminosos.
La unica satisfaccion de Gillespie era ver aparecer sobre un borde de su
mesa el abultado cuerpo, la sonrisa bondadosa, los anteojos redondos y
el gorro universitario del profesor Flimnap. Era el unico pigmeo que
hablaba correctamente el ingles y con el que podia conversar sin
esfuerzo alguno. Los otros personajes, asi los universitarios como los
pertenecientes al gobierno, conocian su idioma como se conoce una lengua
muerta. Podian leerlo con mas o menos errores; pero, cuando pretendian
hablarlo, balbuceaban a las pocas frases, acabando por callarse.
El profesor temia las escaleras y las cuestas a causa de su obesidad de
sedentario dedicado a los estudios; pero, a pesar de esto, acometia
valerosamente cualquiera de las rampas en torno a las patas de la mesa,
llegando arriba congestionado y jadeante, con su honorifico gorro en una
mano, mientras se limpiaba con la otra el sudor de la frente, echando
atras la humeda melena.
De buena gana hubiese ordenado la instalacion de un ascensor; pero el
pensamiento de que sus cuentas podian ser examinadas y discutidas en
pleno Senado le hizo desistir de tal deseo.
Al fin se decidio a emplear en sus visitas la grua montadora de
alimentos. Silbaba desde abajo para que los trabajadores hiciesen
descender el cable, y sentandose en uno de los platos mas pequenos
empleados en el servicio, subia sin fatiga hasta la gran planicie donde
apoyaba sus codos el gigante amigo.
Este la vio llegar en la manana del segundo dia de su instalacion
acompanada de varios objetos, que los siervos masculinos fueron sacando
del plato-ascensor.
De
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