igurese usted que entranas se le habrian puesto: por lo
que hace a mi padre, juro que en su vida me volveria a separar de su
lado, y asi sucedio.--Ahora comprendera usted por que abandone la
carrera.
Veinticinco anos habia cumplido cuando entre en una de las pocas casas
de comercio que habia en Santander, con animo de instruirme en el ramo
para poder bandearme despues por mi cuenta. iQue vida aquella, cuan
diferente de la de ustedes ... y que placentera, sin embargo! Y eso que
no teniamos bailes de campo en el verano, ni fondas en el Sardinero, ni
trenes de recreo, como ahora. No hablemos de los dias de labor, porque
en estos se daba por muy contento el que de nosotros sacaba permiso para
ayudar una misa en Consolacion o para cantar un responso con los Padres
de San Francisco; pero llegaba el domingo, ivalgame Dios!, y ya no nos
cabia en el pueblo tan pronto como se acababa el Rosario de la Orden
Tercera, durante el que (Dios me lo perdone) nunca faltaba un ratoncito
que soltar entre los devotos, o alguna divisa que poner en la coleta de
algun currutaco. ?Ve usted esas casas primeras de la Cuesta del
Hospital? Pues en su lugar habia un prado que cogia parte de la plaza de
San Francisco. Alli jugabamos al _jito_, y a la _catona_, hasta sudar
la gota de medio adarme; tambien jugabamos a las _guerrillas_ y al
_rodrigon_, juegos muy en uso entonces que los habia traido un salmista
de Cervatos, emigrado por cierto pique que tuvo con un prebendado de
aquella Colegial. Otras veces nos ibamos a echar cometas al Molino de
Viento, o a chichonar grilleras a los prados de Vinas, segun las
estaciones del ano, o a saltar las huertas de San Jose, que a todo
haciamos, como jovenes que eramos.... Yo, sobre todo, con este genio tan
francote y acomodado que Dios me dio, gozaba con todo mi corazon. Tenia
dos amigos en la calle de San Francisco que parecian nacidos para mi. El
uno tocaba el pifano y el otro el rabel, entrambos de aficion; pero ique
tocar!... Yo tambien era aficionadillo a la musica, y punteaba en la
guitarra un baile estirio y dos minuetes. Pues, senor, nos poniamos los
tres al anochecer de los domingos del verano, despues de nuestra partida
de _jito_, a la puerta del balcon, y dale que le das a los instrumentos,
llegabamos a reunir en la calle una romeria. Personas de todas edades y
condiciones, cuanta gente volvia de pasear o de la novena, se plantaba
al pie del balcon hasta que nosotros nos retirabamos.... Y vea usted,
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