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ba infinitas variantes. [Ilustracion] El asunto se reducia a un marinero, buena persona, aunque un poco borracho, que se encontraba con un viejo mendigo zarrapastroso y sucio. El mendigo pedia, humildemente, un ligero favor, el marinero se lo hacia, y el viejo resultaba nada menos que San Pedro, que en agradecimiento concedia al marinero un don. Este don variaba en los diferentes cuentos: en unos era una bolsa, de donde salia todo lo que se deseaba con decir unas cuantas frases sacramentales; en otros, una semilla maravillosa que plantada se convertia en poco tiempo en un arbol, de tal naturaleza, que daba madera para diez o doce fragatas y otros tantos bergantines, y todavia sobraba. Le gustaba a Yurrumendi, cuando relataba estos cuentos extraordinarios, documentar sus narraciones con una exactitud matematica, y asi decia: "Una vez, en Liverpool, en la taberna del Dragon Rojo...." O si no: "Nos encontrabamos en el Atlantico, a la altura de Cabo Verde...." Cuando se trataba de un barco, siempre tenia que explicar con detalles la clase de su aparejo, su tonelaje y sus condiciones marineras. Ultimamente, las serpientes aladas, las sirenas, las brujas y la _Curcushada_, en combinacion con la vejez y con el alcohol, le trastornaron un poco. Yo, que, de muchacho, tenia cierto ascendiente sobre el, intentaba convencerle de que debia tomar aquel mundo fantastico como real, si queria, pero sin darle demasiada importancia. El solia replicarme, de una manera solemne: --Shanti, tu sabes mas que nosotros, porque has estudiado; pero otros de mas edad y de mas saber que yo han visto estas cosas. --Es verdad--decia algun viejo amigo suyo. iPobre Yurrumendi! Daria cualquier cosa por verle en la tienda de poleas de Zelayeta o en el Guezurrechape de Cay hice, contando sus cuentos; pero los anos no pasan en balde, y hace ya mucho tiempo que Yurrumendi duerme el sueno eterno en el Camposanto de Luzaro. X LAS INDIGNACIONES DE SHACU Recalde, Zelayeta y yo ingresamos en la Escuela de Nautica. Hubieramos preferido ir, como los chicos del muelle, a pescar con algun viejo marinero: pero no podiamos. Eramos victimas de nuestra posicion elevada. Si queriamos ser marinos de altura, teniamos que estudiar, y, para nosotros, el ser pilotos de derrota constituia una gran superioridad. Afortunadamente, despues del curso con don Gregorio Azurmendi, que nos explicaba matematicas vestido de frac y corbata blanca, llega
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