hacer nada--murmuro Recalde.
Lo buscamos, y lo vimos flotando a poca distancia.
--Vamos, baja--me dijo Recalde.
Me descolgue, un poco emocionado. La posibilidad de ir a explorar la
gran sima negra de que hablaba Yurrumendi se iba haciendo cada vez
mayor. Me veia como aquel marinero del _Stella Maris_, que el mar habia
arrojado a una pena, con la cara carcomida y sin una mano.
--Hasta salir de las rocas rema tu--me dijo Recalde--; yo guiare.
Comence a remar; miraba con terror el suelo del bote, que se iba
llenando de agua. Recalde dirigia; la marea estaba en su pleno; pasamos
por encima de los arrecifes, sin el menor contratiempo. Dejamos Frayburu
a un lado y nos dirigimos hacia el Izarra.
Al salir de entre las penas, en donde se rompian las olas, cambiamos de
sitio.
--Ahora, yo remare--dijo Recalde--; tu no hagas mas que ir achicando.
Era tiempo, porque el bote iba haciendo agua; tenia yo los pies y los
pantalones mojados. Me puse a trabajar con el achicador, con brio, y
consegui que el nivel del agua dentro del bote disminuyera muchisimo.
Pensabamos dar la vuelta al monte Izarra y atracar en la punta del Faro.
Cuando se canso Recalde de remar, le substitui yo. No queria mirar a
tierra, para no ver la distancia que nos separaba.
Ademas, nos encontrabamos enfrente de la gruta del Izarra, de que tanto
hablaba Yurrumendi, y nos daba cierto temor.
Al cambiar de sitio no se que hicimos; el tapon de la abertura debio
moverse, y empezo a inundarse de nuevo el bote. Recalde se agacho e
intento cerrar la via de agua, pero no lo consiguio. Yo deje de remar.
--Dame el panuelo--me grito el.
Le di el panuelo.
--A ver, la boina.
Le di la boina, y mientrastanto me puse a sacar agua, para no pensar en
la situacion desesperada en que nos veiamos. Recalde cerraba el agujero
por un lado, pero se le abria por otro. Sudaba sin conseguir su objeto.
--?Sabes andar?--me dijo, ya comenzando a asustarse de veras.
--Muy poco--conteste yo, con un estoicismo siniestro.
Recalde persistio en sus tentativas, y llego a impedir que siguiera
inundandose el bote.
Estabamos a unos doscientos metros de la gruta de Izarra.
--Habra que ir directamente a la cueva--dije yo.
--iA la cueva! ?Para que?--pregunto Recalde, sobresaltado.
--No habra mas remedio. Si no se nos va a abrir el _Cachalote_ antes de
llegar a la punta del Faro.
--Si, es verdad; vamos.
Comence a remar despacio, con cuidado, haciendo la menor
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