de Francia y la de Espana se dibujan como en un
plano en el mar. En estos dias la arena no echa fuego, como en el
verano; espejean los charcos dejados por la marea; el liquen de las
rocas verdea mas al sol; en los agujeros redondos formados por los
_mangos de cuchillo_ se escapan burbujas al pasar la ola; las algas
negruzcas forman madejas semejantes a correas, y los fucus y las
laminarias y las gelatinosas medusas brillan en el arenal.
Al anochecer, el crepusculo hace ostentacion de su magia; el sol tiene
fantasias, aparece en un fondo de nubes rojo, da a la superficie de las
olas reflejos rosados e inunda a veces el mar de luz dorada, dejandolo
como un metal fundido.
Por marzo, cuando el invierno ha pasado; cuando la estufa, encendida por
los rayos solares en el verano, se extingue por completo, el mar esta
frio. Entonces es la epoca de los grandes temporales, de las mareas
vivas, con el flujo y el reflujo muy grandes.
Casi siempre, antes de las tempestades, el mar arroja a la playa medusas
y estrellas de mar, algas y trozos de madera arrancados del fondo del
abismo por las agitaciones interiores del Oceano.
Despues de los temporales y de las lluvias abundantes, ese hilo de agua
limpia que sale del barranco abierto entre las dunas _Sorguin-Erreca_
(el arroyo de las Brujas), se hincha, se agranda y se convierte a veces
en un torrente.
[Ilustracion]
V
Frayburu
Y con la suavidad del mar en la playa, contrasta la violencia de las
olas en la punta del Faro, hacia el lado del Izarra, en los arrecifes de
Frayburu.
En pocas partes la conjuncion del mar y de las rocas se verifica de una
manera tan violenta, tan tumultuosa, tan tragica como en esos penascales
del Izarra, dominados por ese islote negruzco llamado Frayburu.
Desde la barandilla del faro, el espectaculo es extraordinario; abajo,
al mismo pie del promontorio, hay una sima con fondo de roca, y alli el
agua, casi siempre inmovil, poco agitada, es de un color sombrio; a lo
lejos, el mar aparece azul verdoso; cerca del horizonte, de un tono de
esmeralda. Cuando el viento riza las aguas, toman el aspecto y el brillo
de la mica, y se ve el mar surcado por lineas blancas que indican las
diversas profundidades.
Lejos, detras del Izarra, las lanchas pescadoras, negras, parecen
inmoviles; algun barco de vela se presenta en el horizonte, y pasa una
gaviota despacio, casi sin mover las alas.
Toda esta serenidad, toda esta placidez se cambia
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