de Magallanes. Por cierto que antes de llegar a las
Palaos encontramos dos islas de coral que no aparecian en los mapas, y a
una le llamamos con el apellido de don Ciriaco, isla Andonaegui, y a la
otra, isla de Santiago Andia.
Dos anos y medio despues de la salida llegamos a Cadiz. Yo recuerdo que
marque el punto con la brujula con una gran emocion. Mentiria si dijera
que no me acordaba de Dolorcitas; pero me acordaba de una manera vaga,
remota.
En el barco supe que se habia casado; pero por mas esfuerzos que hice
para desesperarme no lo pude conseguir.
Entramos en la bahia de Cadiz una manana de invierno, con un sol
esplendido. Senti una gran alegria; alli estaban Chipiona y Cadiz con
sus casas blancas como huesos calcinados; alla estaba el castillo de San
Sebastian y la Caleta.
Al pasar por delante de la Maestranza y al ver de cerca la muralla, me
acorde de mis paseos con Dolorcitas y de mi epoca de estudiante en San
Fernando.
El caserio de Cadiz se desarrollaba ante mi vista, sus casas blancas sin
alero, la catedral con sus dos torres y su cupula dorada, las azoteas
con sus torrecillas como minaretes y algunos de esos lienzos de pared
blancos, con dos o tres ventanas pequenas, como los paredones de las
casas arabes.
Tenia ganas de pisar tierra espanola, de pasear por aquellas viejas
murallas con sus garitas, sus baluartes y sus canones, de ver el hermoso
golfo de Cadiz.
La primer visita era indispensable hacerla a don Matias. Dona Hortensia
me recibio como si fuera su hijo. Mi capitan le hizo grandes elogios de
mi. Dona Hortensia estaba esplendida. Era una mujer de un gran
atractivo; parecia una emperatriz romana. Despues he visto la estatua de
Agripina en el Museo del Capitolio, en Roma, y me acorde de ella.
Por lo que yo pude comprender, sentia por su marido un desprecio
inaudito. Se consideraba completamente emancipada. Yo tenia un poco mas
de mundo que cuando estudiante, y pude comprender que la bella Hortensia
se desentendia de toda preocupacion moral y que no buscaba mas que
prosperar y gozar. Satisfacer los sentidos y la vanidad.
Su fama en Cadiz era un tanto equivoca.
Don Ciriaco pensaba retirarse y queria que yo le reemplazara en el mando
de la fragata; pero esta combinacion no le gustaba a don Matias. Mi
capitan y yo fuimos a ver varias veces a Hortensia para que convenciese
a su marido. Ella prometio insistir hasta conseguir su asentimiento.
--Amigo, los chicos guapos teneis esas
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