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con don Matias Cepeda; compraron la casa de la calle de la Aduana y la arreglaron. Esas son cosas de todos los tiempos--concluyo diciendo don Ciriaco filosoficamente--, que han pasado, que pasan y que pasaran. Te he contado la historia de Hortensia para que sepas que clase de mujer es, y para que no digas sin querer delante de ella alguna inconveniencia. Comentamos los hechos y despues hicimos honor a la cena, que fue exquisita. Don Ciriaco pensaba zarpar al dia siguiente; yo quise acompanarle hasta el barco; pero el no lo permitio. --Tu vete a estudiar a San Fernando--me dijo--. No pasara mucho tiempo en que seas tu el que te vayas y yo el que me quede. iAdios, Shanti! --Adios. Nos abrazamos, el se metio en el bote y desaparecio. III DOLORES DE VANIDAD El domingo siguiente, por la manana, marchaba yo a casa de dona Hortensia, por las calles de Cadiz. Iba con el corazon en un puno. Temia que me recibieran mal o friamente; pero no: mi paisana y su hija Dolorcitas me acogieron con grandes extremos de amistad. Estaban preparandose para ir a misa, y yo las acompane hasta una iglesia proxima. A la vuelta dimos un paseo por la calle Ancha y la plaza de Mina, y volvimos a casa. El encuentro con don Matias me preocupaba. Aquella estupida insinuacion del senor Cepeda de que se burlarian de mi me intranquilizaba. Era muy suspicaz, como todos los hombres timidos, y estaba siempre en guardia, creyendo ver ofensas en cualquier cosa. Llego don Matias y, efectivamente, me recibio con frialdad y como con cierto alarde de no darme importancia. --Este joven insignificante para mi no existe--era lo que parecia querer dar a entender aquel senor. Don Matias era, aunque no de una manera ostensible, mi adversario. Hacia como si no me notara, por mi insignificancia; pero yo, a traves de su aire indiferente, le sentia hostil. Tenia sobre mi la ventaja de hablar castellano bien, y se valia de ella para humillarme. Es una idea estolida y mezquina, muy frecuente en Espana, creer que se demuestra superioridad burlandose de una persona ingenua con frases de doble sentido que dejan estupefacto al que ignora su significado. Don Matias demostraba asi su superioridad. Yo, al caer en uno de estos lazos burdos, me confundia, y don Matias soltaba la carcajada. Entonces, ya turbado, no sabia que hacer y miraba desde el amo de la casa hasta los criados como a enemigos que querian humillarme. Es ridiculo y absurdo
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