que nos infunde miedo. Nuestra ciencia ha encontrado el
medio de extirpar a estos hombres la memoria y la ambicion. Los hijos
resultan mas estupidos y mas forzudos que los padres. Pasadas unas
cuantas generaciones, estas maquinas de musculos, sin iniciativa ni
voluntad, resultaran perfectas.
En nuestra vida de familia ejerce un miedo salutifero la existencia de
dicha clase inferior. Los hombres obedecen sin discusion a la esposa o
la madre, por miedo a perder las dulzuras de la vida de haren que llevan
en sus casas. Tiemblan de que puedan enviarlos a engrosar el numero de
los hombres adormecidos interiormente, de los esclavos que solo sirven
para prestar sus fuerzas.
--?Y el ejercito?--pregunto el gigante--. Habla usted, profesor, de que
ya no hay guerras ni puede haberlas, de que termino la casta militar al
perder los hombres el disfrute del gobierno, y desde que llegue aqui he
visto por todas partes a esas muchachas de casco con aletas y espada al
cinto, asi como a las otras que tripulan las maquinas voladoras.
El profesor Flimnap miro a un lado y a otro, como si algun indiscreto
pudiese entenderle, a pesar de que hablaba en ingles. Luego dijo,
bajando un poco la voz:
--Eso que ha visto, gentleman, no es un ejercito. Usted, que conoce,
como unos pocos de nosotros, el gran poder destructivo de las materias
explosivas, ?que importancia puede dar a nuestros regimientos, armados
de flechas y lanzas, como en los reinados de los mas remotos
emperadores?...
Pero necesitamos mantener este ejercito poco temible, porque los
pueblos, aunque vivan en paz, quieren saber que existe una fuerza
publica capaz de defenderlos. Tambien debe tenerse en cuenta que la
juventud, necesitada de los deportes para consumir una parte de su
exceso de vida, considera la profesion militar como el mas divertido y
gallardo de los juegos.
Sin ejercito no sabriamos que hacer de todas esas muchachas de veinte
anos, fuertes, animosas, sanas, con una sangre rica que hace arder su
piel o hincha sus musculos. Andarian sueltas por ahi, perturbando la
tranquilidad de la Republica; molestarian a los hombres timidos,
inclinados a la modestia y el recogimiento, y iquien sabe si acabarian
por raptarlos!... Con el ejercito, estas energias sueltas se canalizan
hacia la gloria militar, y aunque la tal gloria no exista, su ilusion
nos proporciona la tranquilidad. Mas adelante, al entrar en anos, las
muchachas de la Guardia y las del casco con aletas, com
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