us dictamenes. Asi que el hombre ha de gobernarse por la
razon, y esta es la que en las Ciencias humanas ha de obligarle al
asenso. Y es bien cierto, que los referidos Autores no siguieron en
muchas cosas a los pasados, y el mismo derecho tenemos nosotros, y la
misma libertad para seguirlos, o para no creerlos. Quando yo veo a los
Medicos, y en especial a los Letrados, que para probar un asunto citan
doscientos Autores acinados, y lo suelen hacer para confirmar una verdad
notoria de las que llamamos de _Pero Grullo_, y no trabajan en otra
cosa, que en amontonar citas, me maravillo del poco uso que hacen de la
razon, siendo cierto que toda aquella multitud no puede contrarrestar a
una sola razon solida y bien fundada, que haya en contrario. Anadese,
que entre los Escritores credulos suele suceder, que unos afirman lo que
leyeron en otros sin haberlo examinado, estos lo que vieron en aquellos,
y asi acontece, que uno solo invento una cosa, y son diez mil los que la
apoyan, sin otro fundamento que verla escrita los unos en los otros. Por
esto no han de extranar los Medicos, ni los Filosofos, ni los Letrados,
que un Autor solo pretenda prevalecer sobre muchos, quando son solidas y
firmes las razones con que intenta combatirlos. Ya se ve, que hombres
muy criticos, y desenganados de estas cosas, suelen citar tambien muchos
Autores para probar una opinion; pero tal vez se ven obligados a hacerlo
asi, porque no son estimados los escritos donde falta esto, y haran
juicio que es preciso algunas veces no filosofar contra el vulgo. Fuera
de que, si un Autor que se ha adquirido credito por su exactitud afirma
una cosa con buenas pruebas, es conducente su testimonio. En efecto es
moda citar para cada friolera cien Autores. El celebre HEINECCIO,
burlandose de los Abogados, que ponen la fuerza de la justicia en el
numero de las citas, dice, que un Letradillo cito en cierta ocasion a
Salgado en el celebre tratado de _Somosa_, siendo asi que Somosa no es
tratado, sino apellido de aquel Autor[a]. Hasta aqui hemos hablado de
las citas importunas, aun siendo legitimas: que diremos de las
infinitas citas falsas que hay en los libros, en las conversaciones, y
en los alegatos? La vanidad, el poco amor a la verdad, y el interes
hacen traer citas vanisimas y falsas para captar con ellas a los
incautos, y adquirirse reputacion de doctos. Como se ha de tolerar el
que este uno sosteniendo disparates, o a lo mas una cosa de pura
opinion, y no se le ca
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