s en la cocina y haciamos
hostias pequenas y grandes, echando un poco de harina y agua en una
plancha y calentandola al fuego.
Mi madre se pasaba casi todo el dia con mi abuela; pero no queria ir a
vivir con ella, conociendo de sobra el caracter dominador y absorbente
de dona Celestina.
[Ilustracion]
La casa de mi abuela se llamaba Aguirreche, en vascuence, Casa de
Aguirre, y era, y sigue siendo, de las mejores del pueblo.
Tenia el aspecto severo de esos antiguos caserones de piedra del pais
vasco: el color negro, el tejado muy saliente, una fila de balcones muy
espaciados, con los hierros llenos de florones y adornos; encima unas
pequenas ventanas, y un escudo grande en el chaflan.
La casa se hallaba incrustada entre casuchas negras, en la parte mas
baja de Luzaro, rodeada de callejuelas tortuosas y humedas.
En aquella epoca en que vivia mi abuela, solia verse Aguirreche casi
siempre cerrada, lo que producia una impresion de tristeza, mitigada un
tanto por las muchas flores que resplandecian en los balcones.
Entrando, se experimentaba una sensacion de ahogo y de lobreguez. El
zaguan, pintado de azul, era obscuro, con las paredes desconchadas y
salitrosas; la escalera, de castano, torcida y apolillada; en el rellano
principal, dentro de una hornacina, brillaba una virgen pintada en
tabla, dorada y estofada.
La casa de mi abuela tenia muchos cuartos con puertas de cuarterones,
que nunca se abrian. Estos cuartos, de paredes encaladas, con las vigas
del techo al descubierto y el piso con grandes tablas obscuras, ya
combadas por el tiempo, estaban vacios.
Mi abuela y mi tia Ursula se hallaban poseidas por la mania de poner el
suelo brillante, y las dos, y una muchacha, solian estar encerandolo y
frotandolo hasta dejarlo como un espejo.
En la sala, sintesis y recapitulacion de lo mas selecto de Aguirreche,
el lustre era ya sagrado. Aquel cuarto podia llamarse el altar de la
familia; nada gozaba del honor de encontrarse alli si no tenia historia;
las sillas de damasco rojo, los dos o tres veladores de laca, el espejo,
el cuadro con la ejecutoria de los Aguirres, el arca.... De cada cosa de
estas, mi abuela, o mi tia Ursula, podian hablar media hora.
Del techo de aquella sala colgaba una fragata de marfil y de ebano, con
todos sus palos, sus velas y sus canones correspondientes.
En el sitio de honor, encima del sofa, se veia un dibujo iluminado.
Representaba un barco luchando con las olas en medio de
|