mi abuela rabiaba.
Cuando mi padre llegaba a Luzaro se reunia con otros pilotos, marineros
y pescadores, y charlaba con ellos, y algunas veces cantaba y
alborotaba, en su compania, por las calles.
Todos los que le conocieron me han asegurado que era un hombre de gran
corazon. He sentido siempre una gran pena por no haberle llegado a
conocer. Hubieramos sido buenos amigos.
Mi abuela, dona Celestina de Aguirre, no queria a mi padre; despues de
pasados muchos anos la he oido hablar en contra de el. Es muy triste que
el rencor de las personas alcance hasta los muertos; pero, ?quien no
tiene algo de podrido en el alma?
Los motivos de mi abuela para no querer a mi padre eran un tanto
lejanos. Mi padre habia nacido en Elguea, pueblo rival de Luzaro. Para
mi abuela, las tres millas y media de costa que hay entre Luzaro y
Elguea separan dos mundos aparte: la seriedad de los de Luzaro, de la
petulancia, volubilidad y fatuidad de los de Elguea.
Otra causa de enemistad de dona Celestina para su yerno, provenia de ser
mi abuela paterna hija de un quincallero suizo, establecido en Elguea.
Dona Celestina habia conocido a la hija del quincallero, en su juventud,
cuando las dos eran solteras, y parece que se desarrollo entre ellas una
gran antipatia.
Para dona Celestina, la sangre del quincallero suizo me ha perdido; el
bazar, con sus aros y sus pelotas de goma, ha perturbado la marcha del
severo barco con sus velas y sus anclas. Mi abuela me dijo muchas veces,
de chico, que yo salia a mi padre. Entonces no podia comprender bien la
terrible acusacion encerrada en esta semejanza.
Mi abuela tuvo siempre grandes ambiciones escondidas, el orgullo del
nombre, y un amor extraordinario por su abolengo. Para ella, la familia
de los Aguirres constituia lo mas selecto de la raza, y la profesion de
marino, por ser la mas frecuente entre los de su estirpe, era
aristocratica y distinguida por excelencia.
Dona Celestina, en su fuero interno, debia suponer que las demas
familias de Luzaro, exceptuando dos o tres, habian nacido, como los
hongos, entre la hierba, o que quiza sus individuos estaban modelados
con el fango del rio.
No era facil convencer a mi orgullosa abuela de que no tenia
precisamente una gran trascendencia para el mundo el que un Aguirre
apareciera o no apareciera en Luzaro en el siglo xv. A dona Celestina le
parecia todo cuanto se refiriese a los Aguirres de una capital
importancia, y no sentia ningun escrupulo e
|