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Muchas veces, en mi camarote, navegando por el Atlantico o por el mar de
las Indias, al pensar en Luzaro sentia el recuerdo intenso de un monte,
de una pena, de un hayal. Veia con la imaginacion levantarse Luzaro
sobre el mar, con el rio que penetra por su flanco, y veia los montes a
un lado y a otro llenos de maizales y de robles.
Entonces me gustaba cantar, en voz baja, zortzicos y sones de tamboril,
y, al oirmelos a mi mismo, creia andar por las callejuelas de mi pueblo,
oler el olor del heno, contemplar las rocas del Izarra azotadas por el
mar, y el cielo azul palido surcado por nubes blancas.
Se comprende mi entusiasmo por Luzaro; soy de aqui, y de aqui es toda mi
familia. Ademas, mi vida se puede clasificar en dos periodos: uno el
pasado en Luzaro, en el cual me han ocurrido los hechos mas
trascendentales y mas agradables de mi existencia; otro, el del mar, en
que no me ha sucedido nada, por lo menos nada bueno, y en que he vivido
con el corazon frio y la retina impresionada.
Mi familia ha sido de Luzaro, y ha sido de marinos. Sobre todo, por
parte de mi madre, por los Aguirres, la genealogia maritima es abundante
e inacabable.
Mi padre, Damian de Andia, fue tambien capitan de barco. Murio en el
mar, en el Canal de la Mancha. Una noche, cerca del Finisterre ingles,
naufrago la corbeta que mandaba, la _Mary-Rose_; solo un marino pudo
salvarse.
[Ilustracion]
A pesar de que yo era muy nino, recuerdo bastante bien a mi padre. Era
un tipo indiferente y algo burlon; tenia la cara expresiva, los ojos
grises, la nariz aguilena, la barba recortada; por mis informes debia
ser un tipo parecido a mi, con el mismo fondo de pereza y de tedio
marineros; ahora, que no era triste; por el contrario, tenia una fuerte
tendencia a la satira. Sentia una gran estimacion por las gentes del
Norte, noruegos y dinamarqueses, con quienes habia convivido; hablaba
bien el ingles, era muy liberal y se reia de las mujeres.
Parecia haber nacido para burlarse de todo y para encogerse de hombros;
pero su satira no encerraba veneno; se reia sin amargura y sin pena.
Era de estos vascos que dejan todo su lastre de intolerancia y de
fanatismo al pisar el primer barco. Habia echado la sonda en la sima de
la estupidez y de la maldad humanas y sabia a que atenerse.
Mi abuela no se entendia bien con el y arrastraba a su hija, a mi madre,
a ponerse en contra de su marido. Sin duda el instinto de suegra le
cegaba. El cedia, riendo, y
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