eneficio, y no se me ha concedido:
he arrostrado la muerte;
pero en medio de la guerra de los
elementos, los mares se han retirado
a mi presencia. Los venenos han
perdido toda su actividad; la mano
helada de un demonio cruel me ha
detenido en la orilla de los precipicios
por solo uno de mis cabellos
que no ha querido romperse. En
vano mi imaginacion fecunda ha
creado abismos en los cuales ha querido
arrojarse mi alma; he sido rechazado,
como si fuese por una ola
enemiga, en los abismos terribles
de mis pensamientos. He buscado
el olvido en medio del mundo, lo
he buscado por todas partes y nunca
le he hallado; mis secretos magicos,
mis largos estudios en un arte sobrenatural,
todo ha cedido a mi desesperacion.
Vivo, y me amenaza una
eternidad.
LA ENCANTADORA.
Quizas yo podre aliviar tus males.
MANFREDO.
Seria necesario llamar los muertos
a la vida o hacerme bajar entre
ellos a la sepultura. Ensaya el reanimar
sus cenizas y hacerlos aparecer
bajo una forma cualquiera y a
cualquier hora que sea; corta el
hilo de mis dias, y sea cual fuere el
dolor que acompane mi agonia, no
importa, a lo menos sera el ultimo.
LA ENCANTADORA.
Ni una cosa ni otra estan en mi
arbitrio, pero si tu quieres jurar
una ciega obediencia a mis voluntades
y someterte a mis ordenes, podre
serte util en el cumplimiento de
tus deseos.
MANFREDO.
iYo jurar! iyo obedecer! ?y a
quien? a los espiritus que domino.
iYo venir a ser el esclavo de los que
me reconocen por su senor!... iJamas!
LA ENCANTADORA.
?Es esta toda tu respuesta? ?no
tienes otra mas dulce? iPiensa bien
en ello antes de negarte a lo que te
propongo!
MANFREDO.
He dicho no.
LA ENCANTADORA.
Puedo pues retirarme; habla.
MANFREDO.
Retirate.
[La Encantadora desaparece.]
MANFREDO _solo_.
Somos la victima del tiempo y de
nuestros terrores; cada dia se nos
presentan nuevas penas; vivimos
sin embargo maldiciendo la vida y
temiendo la muerte. Gimiendo bajo
el yugo que nos oprime, y cargado
con el peso de la vida, nuestro corazon
no late sino en las ocasiones
que esperimentamos alguna contrariedad,
o algun goce perfido que
finaliza por crueles angustias y por
la estenuacion y la debilidad. ?En
el numero de nuestros dias pasados
y por venir (porque lo presente no
existe en la vida) no hay algunos,
no hay uno solo en el que el alma
no deje de desear la muerte, y no
obstante de huirla, como un rio helado
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