xisten.
EL ABAD.
Empiezo a temer que mi piedad
y mi ministerio no pueden seros utiles.
Tan joven todavia ... me cuesta
mucho el....
MANFREDO.
Miradme, hay algunos mortales
en la tierra que se hacen viejos en
su juventud y que mueren antes de
haber llegado el verano de su vida,
sin que hayan buscado la muerte en
los combates. Unos son victimas de
los placeres, otros del estudio, estos
a causa del trabajo y aquellos por el
fastidio. Hay algunos que perecen
de enfermedad, de demencia, o en
fin de penas del corazon, y esta ultima
enfermedad, ofreciendose bajo
todas las formas y bajo todos los
nombres, hace mas estragos que la
guerra. Miradme; porque no hay
ninguno de estos males que yo no
haya sufrido, y uno solo basta para
terminar la vida de un hombre. No
os admireis ya de lo que soy, pero
si sorprendeos de que haya existido
y de que este todavia sobre la
tierra.
EL ABAD.
Dignaos sin embargo escucharme....
MANFREDO [_con viveza_.]
Anciano, respeto tu ministerio y
reverencio tus canas; creo que tus
intenciones son piadosas; pero es
en vano. No me supongais una facil
credulidad, y solo por la consideracion
que os tengo, evito una conversacion
mas larga. A Dios.
[Manfredo se va.]
EL ABAD.
Este hombre hubiera podido ser
una criatura admirable; y tal como
es, presenta un caos que sorprende.
Una mezcla de luz y de tinieblas,
de grandeza y de polvo, de pasiones
y de pensamientos generosos, que
en su confusion y en sus desordenes,
quedan en la inaccion o amenazan el
destruirlo todo. La energia de su
corazon era digna de animar elementos
mejor combinados: va a perecer
y quisiera salvarle. Hagamos
una segunda tentativa; un alma como
la suya merece muy bien el ganarla
para el cielo. Mi deber me
ordena el atreverme a todo para
conseguir el bien; lo seguire, pero
sera con prudencia.
[El Abad se va.]
ESCENA II.
[Otra habitacion.]
MANFREDO Y HERMAN.
HERMAN.
Senor, vos me habeis ordenado
el venir a encontraros al ponerse el
sol; vedle que va a eclipsarse detras
de la montana.
MANFREDO.
iBien! quiero contemplarle.
[Manfredo se adelanta hacia la ventana del cuarto.]
Astro glorioso, adorado en la infancia
del mundo por la raza de
hombres robustos, por los gigantes
nacidos de los angeles con un sexo
que, mas hermoso que ellos mismos,
hizo caer en el pecado a los espiritus
escarriados, desterrados del cielo
para s
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