ariencia de una generosa
piedad, quiso estancar con su vestido
la sangre del emperador: el
Romano espirando no lo permite y
le dice con una mirada que manifestaba
todavia su antiguo poder: iEs
demasiado tarde! ?es esta tu fidelidad?
EL ABAD.
?Que quereis decir con esto?
MANFREDO.
Respondo como el, es demasiado
tarde.
EL ABAD.
Jamas puede serlo para reconciliaros
con vuestra alma, y para reconciliarla
con Dios. ?No teneis ya
esperanza? Estoy admirado: aquellos
que desesperan del cielo se
crean sobre la tierra alguna fantasma
que es para ellos como la debil
rama a la que se agarra un desgraciado
que se esta ahogando.
MANFREDO.
iAh! padre mio; iyo tambien en
mi juventud he tenido ilusiones terrestres
y nobles inspiraciones! entonces
hubiera querido conquistar
los corazones de los hombres e instruir
a todo un pueblo; hubiera
querido elevarme, pero no sabia
hasta que altura ... quizas para volver
a caer; pero para caer como la
catarata de las montanas, que precipitada
desde la cumbre orgullosa
de las rocas, acumula una onda subterranea
en las profundidades de un
abismo; pero temible todavia, vuelve
a subir sin cesar hasta los cielos
en columnas de vapores que se transforman
en nubes lluviosas. Este
tiempo paso; mis pensamientos se
han enganado a si mismos.
EL ABAD.
?Y porque?
MANFREDO.
No podia humillar mi orgullo,
porque para poder mandar algun
dia, es necesario primero obedecer,
lisonjear y pedir, espiar las ocasiones,
multiplicarse a fin de encontrarse
en todas partes, y hacerse una costumbre
de ocultar la verdad; ved
como se consigue el dominar los espiritus
cobardes y bajos, y asi son los
de los hombres en general. Desprecie
el hacer parte de una camada
de lobos aunque hubiera sido para
guiarlos. El leon esta solo en el bosque
que habita; yo estoy solo como
el leon.
EL ABAD.
?Y porque no vivir y obrar como
los demas hombres?
MANFREDO.
Sin haber nacido cruel, mi corazon
no amaba las criaturas vivientes,
hubiera querido encontrar una
horrible soledad, pero no formarmela
yo mismo; queria ser como el
salvage _Simoun_ que solo habita el
desierto, y cuyo soplo devorador
no trastorna sino una mar de aridas
arenas en donde su furor no es funesto
a ningun arbolillo: no busca la
morada de los hombres, pero es muy
terrible para los que vienen a arrostrarlo.
Tal ha sido el curso de mi
vida, y mientras he vivido he encontrado
objetos que ya no e
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