te a lo largo del camino, de dos en dos; los mas
lejanos irian, avisando cuando apareciera la diligencia y replegandose
junto a la venta.
Martin y Bautista se quedaron con el Cura y _el Jabonero_, porque el
cabecilla y su teniente no tenian bastante confianza en ellos.
A eso de las once de la manana, avisaron la llegada del coche. Los
hombres que espiaban el paso fueron acercandose a la venta, ocultandose
por los lados del camino.
El coche iba casi lleno. El Cura, _el Jabonero_ y los siete u ocho
hombres que estaban con ellos se plantaron en medio de la carretera.
Al acercarse el coche, el Cura levanto su garrote y grito:
--iAlto!
Anchusa y Luschia se agarraron a la cabezada de los caballos y el coche
se detuvo.
--_iArrayua!_ iEl Cura!--exclamo el cochero en voz alta--. Nos hemos
fastidiado.
--Abajo todo el mundo--mando el Cura.
Egozcue abrio la portezuela de la diligencia. Se oyo en el interior un
coro de exclamaciones y de gritos.
--Vaya. Bajen ustedes y no alboroten--dijo Egozcue con finura.
Bajaron primero dos campesinos vascongados y un cura; luego, un hombre
rubio, al parecer extranjero, y despues salto una muchacha morena, que
ayudo a bajar a una senora gruesa, de pelo blanco.
--Pero Dios mio, ?adonde nos llevan?--exclamo esta.
Nadie le contesto.
--iAnchusa! iLuschia! Desenganchad los caballos--grito el Cura--. Ahora,
todos a la posada.
Anchusa y Luschia llevaron los caballos y no quedaron con el cura mas
que unos ocho hombres, contando con Bautista, Zalacain y Joshe Cracasch.
--Acompanad a estos--dijo el cabecilla a dos de sus hombres, senalando
a los campesinos y al cura.
--Vosotros--e indico a Bautista, Zalacain, Joshe Cracasch y otros dos
hombres armados--id con la senora, la senorita y este viajero.
La senora gruesa lloraba afligida.
--Pero, ?nos van a fusilar?--pregunto gimiendo.
--iVamos! iVamos!--dijo uno de los hombres armados, brutalmente.
La senora se arrodillo en el suelo, pidiendo que la dejaran libre.
La senorita, palida, con los dientes apretados, lanzaba fuego por los
ojos. Sin duda, sabia los procedimientos usados por el cura con las
mujeres.
A algunas solia desnudarlas de medio cuerpo arriba, les untaba con miel
el pecho y la espalda y las emplumaba; a otras les cortaba el pelo o lo
untaba de brea y luego se lo pegaba a la espalda.
--Ande usted, senora--dijo Martin--, que no les pasara nada.
--Pero, ?adonde?--pregunto ella.
--A la posad
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