a apaleado barbaramente a unas muchachas, porque no quisieron
bailar con unos cuantos de aquellos foragidos. Dejaron el pueblo, y,
unas veces al trote y otras al paso, llegaron hasta Amezqueta, en donde
se detuvieron.
CAPITULO VIII
VARIAS ANECDOTAS DE FERNANDO DE AMEZQUETA Y LLEGADA A ESTELLA
En Amezqueta entraron en la posada proxima al juego de pelota. Llovia,
hacia frio y se refugiaron al lado de la lumbre.
Habia entre los reunidos en la venta un campesino chusco, que se puso a
contar historias. El campesino, al entrar otros dos en la cocina, saco
su gran panuelo a cuadros y comenzo a dar con el en las mesas y en las
sillas, como si estuviera espantando moscas.
--?Que hay?--le dijo Martin--. ?Que hace usted?
--Estas moscas fastidiosas--contesto el campesino seriamente.
--Pero si no hay moscas.
--Si las hay, si--replico el hombre, dando de nuevo con el panuelo.
El posadero advirtio, riendo, a Martin y a Bautista que, como en
Amezqueta habia tantas moscas de macho, a los del pueblo les llamaban,
en broma, _euliyac_ (las moscas), y que por eso el tipo aquel chistoso
sacudia las mesas y las sillas con el panuelo, al entrar dos
amezquetanos.
Rieron Martin y Bautista, y el campesino conto una porcion de historias
y de anecdotas.
--Yo no se contar nada--dijo el hombre varias veces--. iSi estuviera
_Pernando_!
--?Y quien era _Pernando_?--pregunto Martin.
--No habeis oido vosotros hablar de _Pernando_ de Amezqueta?
--No.
--iAh! Pues era el hombre mas gracioso de toda esta provincia. iLas
cosas que contaba aquel hombre!
Martin y Bautista le instaron para que contara alguna historia de
Fernando de Amezqueta, pero el campesino se resistia, porque aseguraba
que oirle a el contar estas chuscadas no daba mas que una palida idea de
las salidas de Fernando.
Sin embargo, a instancias de los dos, el campesino conto esta anecdota
en vascuence:
"Un dia Fernando fue a casa del senor cura de Amezqueta, que era amigo
suyo y le convidaba a comer con frecuencia. Al entrar en la casa, husmeo
desde la cocina y vio que el ama estaba limpiando dos truchas: una,
hermosa, de cuatro libras lo menos, y la otra, pequenita, que apenas
tenia carne. Paso Fernando a ver al senor cura, y este, segun su
costumbre, le convido a comer. Se sentaron a la mesa el senor cura y
Fernando. Sacaron dos sopas y Fernando comio de las dos; luego sacaron
el cocido, despues una fuente de berzas con morcilla y, al llegar al
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