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acercaron al otro extremo de la ciudad. El mismo silencio. Nadie. Indudablemente, los carlistas habian huido de Laguardia. Martin y Bautista adquirieron el convencimiento de que el pueblo estaba abandonado. Avanzaron con esta confianza hasta cerca de la puerta del Mercadal; y enfrente del cementerio, hacia la carretera de Logrono, sujetaron entre dos piedras el palo y ataron en su punta el panuelo blanco. Hecho esto, volvieron deprisa al punto por donde habian subido. La cuerda seguia en el mismo sitio. Amanecia. Desde alla arriba se veia una enorme extension de campo. La luz comenzaba a indicar las sombras de los vinedos y de los olivares. El viento fresco anunciaba la proximidad del dia. --Bueno, baja--dijo Martin--. Yo sujetare la cuerda. --No, baja tu--replico Bautista. --Vamos, no seas imbecil. --?Quien vive?--grito una voz en aquel mismo momento. Ninguno de los dos contesto. Bautista comenzo a bajar despacio. Martin se tendio en la muralla. --?Quien vive?--volvio a gritar el centinela. Martin se aplasto en el suelo todo lo que pudo; sono un disparo y una bala paso por encima de su cabeza. Afortunadamente, el centinela estaba lejos. Cuando Bautista descendio, Martin comenzo a bajar. Tuvo la suerte de que la cuerda no se deslizase. Bautista le esperaba con el alma en un hilo. Habia movimiento en la muralla; cuatro o cinco hombres se asomaron a ella, y Martin y Bautista se escondieron tras de los arboles del paseo que circundaba el pueblo. Lo malo era que aclaraba cada vez mas. Fueron pasando de arbol a arbol, hasta llegar cerca del cementerio. --Ahora no hay mas remedio que echar a correr a la descubierta--dijo Martin--. A la una..., a las dos... Vamos alla. Echaron los dos a correr. Sonaron varios tiros. Ambos llegaron ilesos al cementerio. De aqui ganaron pronto el camino de Logrono. Ya fuera de peligro, miraron hacia atras. El panuelo seguia en la muralla ondeando al viento. Briones y sus amigos recibieron a Martin y a Bautista como a heroes. Al dia siguiente, los carlistas abandonaron Laguardia y se refugiaron en Penacerrada. La poblacion enarbolo bandera de parlamento; y el ejercito, con el general al frente, entraba en la ciudad. Por mas que Martin y Bautista preguntaron en todas las casas, no encontraron a Catalina. LIBRO TERCERO Las ultimas aventuras CAPITULO PRIMERO LOS RECIEN CASADOS ESTAN CONTENTOS Catalina no fue inflexible. Pocos dias despues, Mar
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