nina de
gala, lo mejor que pudo, y ella se vistio un precioso traje azul que
sabia que a el le gustaba en extremo.
Gran fue el contento de esta buena mujer cuando vio al marido volver a
casa sano y salvo. La chiquitina daba palmadas y sonreia con deleite al
ver los juguetes que su padre le trajo. Y el no se hartaba de contar las
cosas extraordinarias que habia visto, durante la peregrinacion, y en la
capital misma.
--A ti--dijo a su mujer--te he traido un objeto de extrano merito; se
llama espejo. Mirale y dime que ves dentro.
Le dio entonces una cajita chata, de madera blanca, donde, cuando la
abrio ella, encontro un disco de metal. Por un lado era blanco como
plata mate, con adornos en realce de pajaros y flores, y por el otro,
brillante y pulido como cristal. Alli miro la joven esposa con placer
y asombro, porque desde su profundidad vio que la miraba, con labios
entreabiertos y ojos animados, un rostro que alegre sonreia.
--?Que ves?--pregunto el marido encantado del pasmo de ella y muy ufano
de mostrar que habia aprendido algo durante su ausencia.
--Veo a una linda moza, que me mira y que mueve los labios como si
hablase, y que lleva icaso extrano! un vestido azul, exactamente como el
mio.
[Illustration]
--Tonta, es tu propia cara la que ves,--le replico el marido, muy
satisfecho de saber algo que su mujer no sabia.--Ese redondel de metal
se llama espejo. En la ciudad cada persona tiene uno, por mas que
nosotros, aqui en el campo, no los hayamos visto hasta hoy.
Encantada la mujer con el presente, paso algunos dias mirandose a cada
momento, porque, como ya dije, era la primera vez que habia visto un
espejo, y por consiguiente, la imagen de su linda cara. Considero, con
todo, que tan prodigiosa alhaja tenia sobrado precio para uso de diario,
y la guardo en su cajita y la oculto con cuidado entre sus mas estimados
tesoros.
Pasaron anos, y marido y mujer vivian aun muy dichosos. El hechizo de su
vida era la nina, que iba creciendo y era el vivo retrato de su madre, y
tan carinosa y buena que todos la amaban. Pensando la madre en su propia
pasajera vanidad, al verse tan bonita, conservo escondido el espejo,
pensando que su uso pudiera engreir a la nina. Como no hablaba nunca del
espejo, el padre le olvido del todo. De esta suerte se crio la muchacha
tan sencilla y candorosa como habia sido su madre, ignorando su propia
hermosura, y que la reflejaba el espejo.
Pero llego un dia en que sobrevino t
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