le hizo abandonar su puesto.
No bien dejo la azotea cuando un halcon que revoloteaba sobre la casa,
creyendo que los zapatos eran buena presa, los cogio con sus garras y se
remonto en los aires. Cansado el halcon, desde cierta altura dejo caer
los zapatos sobre la cupula de la mezquita mayor y los pesados zapatos
hicieron considerables destrozos en la cristaleria de la cupula.
Los sirvientes del templo acudieron al ruido, y vieron con asombro que
la causa de aquel destrozo eran los zapatos de Tamburi, y expusieron
su queja al Gobernador. Tamburi fue preso y llevado a presencia del
Gobernador, el que, ensenandole los zapatos, le dijo:
--?Es posible que no escarmientes? iMerecias ser empalado! Pero tengo
lastima de ti y solo te condeno a quince dias de carcel y a una multa
para el tesoro del Sultan, y al pago de los destrozos que has causado en
la cupula de la mezquita.
Tamburi tuvo que cumplir su condena; paso quince dias en la carcel; pago
dos mil cequies de multa para el tesoro del Sultan y ciento cincuenta
por las reparaciones que hubo que hacer en el tejado. Pero las
autoridades del Cairo mandaron a Tamburi los zapatos.
Tamburi, despues de meditarlo mucho pidio audiencia al Sultan, y este
se la concedio. Hallabase el Sultan rodeado de todos los Cadies de la
ciudad en el Salon del Trono, cuando se presento Tamburi, y, de hinojos
ante el Sultan, le dijo:
--Soberano Senor de los creyentes, soy el hombre mas infortunado del
mundo; una serie inconcebible de circunstancias fatales ha venido a
causar casi mi ruina y hacer que padeciera muchos dias de prision. Causa
de todas mis desdichas son estos malditos zapatos, que no puedo destruir
ni hacer desaparecer. Ruego a V.M. que me releve de responsabilidad
en los sucesos a que estos zapatos puedan dar lugar, directa o
indirectamente, pues declaro que desde hoy renuncio por completo a todos
mis derechos sobre ellos. No me quejo de las resoluciones del Cadi ni de
las del Gobernador, porque han sido justas.
Y diciendo esto, Tamburi coloco los dos zapatos en las gradas del Trono.
El Sultan, enterado de las aventuras, rio con todos los cortesanos, y
para satisfacer a Tamburi ordeno que en la plaza publica fueran quemados
los zapatos.
El verdugo los impregno de pez y resina y les prendio fuego, y desde
aquel momento Tamburi quedo libre y tranquilo.
56. LA PORTERIA DEL CIELO
El tio Paciencia era un pobre zapatero que vivia y trabajaba en un
portal de Madrid. C
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