puntos.
--iOh, no!--exclamo el canonigo, arqueando las cejas.
--No medire yo mis escasas fuerzas con adalid tan valiente
y al mismo tiempo tan bien armado. El Sr. D. Jose lo
[15] sabe todo, es decir, tiene a su disposicion todo el arsenal
de las ciencias exactas. Bien se que la doctrina que
sustenta es falsa; pero yo no tengo talento ni elocuencia para
combatirla. Emplearia yo las armas del sentimiento; emplearia
argumentos teologicos, sacados de la revelacion, de
[20] la fe, de la palabra divina; pero iay! el Sr. D. Jose, que
es un sabio eminente, se reiria de la teologia, de la fe, de
la revelacion, de los santos profetas, del Evangelio. Un
pobre clerigo ignorante, un desdichado que no sabe matematicas,
ni filosofia alemana en que hay aquello de _yo_ y _no
[25] yo,_ un pobre domine que no sabe mas que la ciencia de Dios
y algo de poetas latinos, no puede entrar en combate con
estos bravos corifeos.
Pepe Rey prorrumpio en francas risas.
--Veo que el Sr. D. Inocencio--dijo,--ha tomado
[30] por lo serio estas majaderias que he dicho. Vaya, senor
canonigo, vuelvanse canas las lanzas y todo se acabo. 40
Seguro estoy de que mis verdaderas ideas y las de usted
no estan en desacuerdo. Usted es un varon piadoso e
[5] instruido. Aqui el ignorante soy yo. Si he querido
bromear, dispensenme todos: yo soy asi.
--Gracias--repuso el presbitero visiblemente
contrariado.--?Ahora salimos con esa? Bien se yo, bien
sabemos todos que las ideas que usted ha sustentado son las
suyas. No podia ser de otra manera. Usted es el hombre
[10] del siglo. No puede negarse que su entendimiento es prodigioso,
verdaderamente prodigioso. Mientras usted
hablaba, yo, lo confieso ingenuamente, al mismo tiempo que en
mi interior deploraba error tan grande, no podia menos de
admirar lo sublime de la expresion, la prodigiosa facundia,
[15] el metodo sorprendente de su raciocinio, la fuerza de los
argumentos.... iQue cabeza, senora dona Perfecta, que
cabeza la de este joven sobrino de usted! Cuando estuve
en Madrid y me llevaron al Ateneo, confieso que me quede
absorto al ver el asombroso ingenio que Dios ha dado a los
[20] ateos y protestantes.
--Sr. D. Inocencio--dijo dona Perfecta, mirando
alternativamente a su sobrino y a su amigo,--creo que usted al
juzg
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