algunas losas del fondo del rio y luego a levantarlas, con lo
que quedan las truchas que han estado debajo inmoviles y aletargadas.
Sabia cazar los peces a tiros; ponia lazos a las nutrias en la cueva de
Amaviturrieta, que se hunde en el suelo y esta a medias llena de agua;
echaba las redes en Ocin beltz, el agujero negro en donde el rio se
embalsa; pero no empleaba nunca la dinamita porque, aunque vagamente,
Tellagorri amaba la Naturaleza y no queria empobrecerla.
Le gustaba tambien a este viejo embromar a la gente: decia que nada
gustaba tanto a las nutrias como un periodico con buenas noticias, y
aseguraba que si se dejaba un papel a la orilla del rio, estos animales
salen a leerlo; contaba historias extraordinarias de la inteligencia de
los salmones y de otros peces. Para Tellagorri, los perros si no
hablaban era porque no querian, pero el los consideraba con tanta
inteligencia como una persona. Este entusiasmo por los canes le habia
impulsado a pronunciar esta frase irrespetuosa:
--"Yo le saludo con mas respeto a un perro de aguas, que al senor
parroco."
La tal frase escandalizo el pueblo.
Habia gente que comenzaba a creer que Tellagorri y Voltaire eran los
causantes de la impiedad moderna.
Cuando no tenian, el viejo y el chico, nada que hacer, iban de caza con
_Marquesch_ al monte. Arcale le prestaba a Tellagorri su escopeta.
Tellagorri, sin motivo conocido, comenzaba a insultar a su perro. Para
esto siempre tenia que emplear el castellano:
--iCanalla! iGranuja!--le decia--. iViejo cochino! iCobarde!
_Marques_ contestaba a los insultos con un ladrido suave, que parecia
una quejumbrosa protesta, movia la cola como un pendulo y se ponia a
andar en zig-zag, olfateando por todas partes. De pronto veia que
algunas hierbas se movian y se lanzaba a ellas como una flecha.
Martin se divertia muchisimo con estos espectaculos. Tellagorri lo tenia
como acompanante para todo, menos para ir a la taberna; alli no le
queria a Martin. Al anochecer, solia decirle, cuando el iba a perorar al
parlamento de casa de Arcale:
--Anda, vete a mi huerta y coge unas peras de alli, del rincon, y
llevatelas a casa. Manana me daras la llave.
Y le entregaba un pedazo de hierro que pesaba media tonelada por lo
menos.
Martin recorria el balcon de la muralla. Asi sabia que en casa de Tal
habian plantado alcachofas y en la de Cual judias. El ver las huertas y
las casas ajenas desde lo alto de la muralla, y el contemplar los
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