e pasiones pavorosas,
a cuyo borde andaba la infeliz todo temerosa y estremecida, con un paso
incierto de sonambula, con una mirada pavida y llorosa, llena de lejana
tristeza.
En sus meditaciones de nina temblaban los pensamientos chocando unos con
otros, doloridos, ante el cuadro siniestro de aquel hogar. A menudo, una
compasion inmensa flotaba benigna en el espiritu generoso de Carmen,
preguntando: ?acaso estos pobres no han heredado la maldad y locura?...
?Son ellos responsables de ser locos o de ser malos?...
Y la realidad de las cosas respondia tirana que era un tormento durisimo
vivir con aquella familia de enajenados, verdugos de la ajena y la
propia felicidad.
Parecia imposible aprender aquellos genios ni llevar una hora seguida
la corriente de aquellas voluntades, porque a cada minuto se tropezaba
en el escollo de una mudanza o en el abismo de un arrebato. Todo era
ciego y duro en la inconsecuencia monstruosa de semejante familia, y
para el alma delicada y dulce de Carmen iba siendo una tortura inmensa
aquel vivir tormentoso, sembrado de imprecaciones y gritos,
desesperaciones y codicias.
Cuando la nina llego a Rucanto, la instalaron regaladamente en el
gabinete de Narcisa; entraba con ella en casa la abundancia, y tras la
primera mirada inquisitorial y hostil, los sobrinos de don Manuel
tuvieron para la intrusa una displicencia tolerante, unica tregua de paz
que se le concedio en aquella mansion belicosa.
Pasada fugazmente la primera impresion de sorpresa y bienestar, cada uno
dio en la casa rienda suelta a sus instintos, sin un asomo de compasion
ni de ternura para la desgraciada forastera.
III
Antes que tal gente mostrase una acerba hostilidad a la muchacha, dona
Rebeca la llamo algunas veces "sobrina" con un tono adulon un poco
ironico; y todavia, despues que la sitio con todo el enardecimiento de
un plan completo de campana, cuando en alguna encrucijada estrategica la
queria congraciar, dabale aquel grato nombre de familia y pretendia
halagarla con su vocecilla de falsete endulzada en la punta de la
lengua.
El primer dia que dona Rebeca, como general en jefe, acometio a la nina,
armada de toda la perfidia del mundo, fue y le dijo:
--Mi hermano no era tu padre...; que se te quite eso de la cabeza...;
mi hermano no era nada tuyo...; no tienes sangre infanzona...; eres
"hija de padres desconocidos"....
Ella humillo la frente enrojecida, sin responder.
Esta pasividad excito ma
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