ilizarse pensando:--No sera mas que una medida para que
ahora me dejen en paz; el lo hara con gusto cuando yo le explique....
--Pero ?que le explicaria?... Carmen enrojecio a solas, y sintio en su
corazon un acelerado latido.
Quedose pensativa....
Entretanto, Andres se habia avistado ya con su hermano.
Llego el malviviente a la casona un poco menos feroz que otros dias.
El y Fernando se saludaron como si la vispera se hubieran visto.
El marino se contento con decir:
--Estas viejo, hombre....
Andres le atraveso con sus ojos bizcos, inexpresivos y torpes, y dijo un
poco sarcastico:
--Tu estas mas joven.
Se volvieron la espalda. Fernando cantaba una barcarola. Andres buscaba
a su madre para pedirle dinero.
En el corredor se tropezo con Carmen; parecia haberse olvidado de ella,
y al verla dio un grunido y trato de hacerla una caricia.
Sobrecogida, no pudo evitar un ligero grito al esquivar su cuerpo
inmaculado de las manazas brutales del hombron.
Salieron dona Rebeca y Narcisa de sus habitaciones, como dos viboras de
sus escondrijos, silbando:
--iLoca!... iSi esta loca!... ?Que escandalo es este?...
Andres, detenido en medio del corredor, perseguia a la joven con una
mirada estuosa y voraz, y las senoras de la casa, asomadas unas a cada
puerta, atisbaban procaces y malignas.
Fernando, desde la entrada del comedor, sonrio sobre aquella escena
amarga, sin sorpresa ni indignacion aparentes, y le dijo a Carmen, que
se le habia acercado medrosa:
--Anda, vente conmigo un poco a la huerta....
Se hizo el silencio en torno a aquella voz armoniosa que ejercia un
milagroso imperio en la familia, y Carmen, bajo la proteccion de aquel
influjo bienhechor, se apresuro a obedecer.
Salieron a la huerta por la puerta vidriera del pasillo.
La miraba el marino intensamente, con una delicia manifiesta; ella
sentia una turbacion extrana.
Iban al mismo paso descuidado, por el sendero, y le dijo el:
--No tengas cuidado ninguno mientras este yo aqui....
Despues, de pronto, murmuro:
--iQue bonita eres y que buena!
Ella, toda estremecida, se quedo silenciosa; su corazon aleteaba con
unas agitaciones inefables.
Fernando suspiro. Se inclino para arrancar entre la hierba unas
borrajas, ya casi marchitas, y con otra voz distinta, fraternal y
confidencial, pregunto:
--?No tienes mas que este vestido, Carmen?
--Este, y otro mas viejo....
--Y, ?cuando te quitas el luto?
--Cuando "ellas" man
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