a. Desde que habia entrado en casa de
su cunada, buscaba pretexto para irse. Pero no lo hallaba. Era forzoso
resignarse a dejar transcurrir un rato. Los minutos le parecian siglos.
Habia charlado unos momentos con la marquesa de Alcudia, mas esta la
habia dejado en cuanto entro el padre Ortega. Su cunada estaba
secuestrada por el general Patino, que le explicaba minuciosamente el
modo de criar a los ruisenores en jaula. Las dos chicas de Alcudia que
tenia al lado parecian de cera, rigidas, tiesas, contestando por
monosilabos a las pocas preguntas que las dirigio. Una sorda irritacion
se iba apoderando poco a poco de ella. Dado su temperamento, no se
hubieran pasado muchos minutos en echar a rodar todos los miramientos y
largarse bruscamente. Alas al oir el nombre de Pepe Castro levanto la
cabeza vivamente y se puso a escuchar con avida atencion. La reticencia
de Ramoncito la puso subito palida. Se repuso no obstante en seguida, y,
entrando en la conversacion con amable sonrisa, dijo:
--Vaya, vaya, Ramon; no sea usted mala lengua.... iPobres mujeres en
boca de ustedes!
--No se habla mal sino de la que lo merece, Clementina--respondio este
animado por el cable que impensadamente recibia.
--De todas hablan ustedes. Me parece que su amiguito Pepe Castro no es
de los que se muerden la lengua para echar por el suelo una honra.
--Clementina, hasta ahora no le he cogido tras de ninguna mentira. Todo
Madrid sabe que es hombre de mucha suerte con las mujeres.
--iNo se por que!--replico con un mohin de desden la dama.
--Yo no soy inteligente en la hermosura de los hombres--manifesto el
joven riendo su frase--, pero todos dicen que Pepito es guapo.
--iPs!... Sera segun el gusto de cada cual ... y que me dispense Pacita,
que es su pariente. Yo formo parte de esos _todos_ y no lo digo.
--La verdad es--apunto Esperancita timidamente--que Pepito no pasa por
feo.... Luego, es muy elegante y distinguido, ?verdad tu?
Y se dirigio a Pacita, poniendose al mismo tiempo levemente colorada.
Clementina le dirigio una mirada penetrante que concluyo de ruborizarla.
--?De que se habla?--pregunto Cobo Ramirez acercandose al corro.
Casi nunca se sentaba en las tertulias. Le placa andar de grupo en
grupo, resollando como un buey, soltando alguna frase atrevida en cada
uno. La faz de Ramoncito se nublo al aproximarse su rival. Este no dejo
de notarlo y le dirigio una mirada burlona.
--Vamos, Ramoncillo, di; ?como te arreglas
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