sa idea tan pobre de mi carino, no se por que
razon me quieres--expreso el joven volviendo a amoscarse.
--?Por que te quiero?... Pues por lo que yo hago casi todas mis cosas
... por capricho. Un dia te he visto en el Retiro revolviendo un caballo
admirablemente y me gustaste. Luego, a los dos meses, en Biarritz, te vi
en el asalto del casino tirando con un oficial ruso y conclui de
encapricharme. Hice que me fueses presentado, procure agradarte, te
agrade en efecto.... Y aqui estamos.
Pepe concluyo por sufrir con paciencia aquel tono entre cinico y burlon
de su querida. A fuerza de charlar logro hacerlo desaparecer.
Clementina, cuando estaba tranquila, era afectuosa, alegre, pronta a
compadecerse y a los rasgos de generosidad; su rostro, tan bello como
original, no adquiria nunca dulzura, pero si una expresion bondadosa y
maternal que lo hacia muy simpatico. Mas por poco que sus nervios se
excitasen o se viese contrariada en sus pensamientos y deseos, el fondo
de altivez, de obstinacion y aun crueldad que su alma guardaba, subia a
la superficie y agitaba sus ojos azules con relampagos de feroz sarcasmo
o de colera.
Pepe Castro, que no era hombre ilustrado ni ingenioso, sabia no obstante
entretenerla agradablemente con cuentecillos de salon, murmuraciones
casi siempre de las personas por quienes ella sentia marcada antipatia.
El recurso era burdo, pero surtia admirable efecto. "La condesa de T***,
senora a quien Clementina odiaba de muerte por un desaire que en cierta
ocasion le habia hecho, andaba necesitada de dinero; se lo pidio al
viejo banquero Z*** y este se lo habia otorgado mediante un redito muy
poco apetitoso para la deudora. Los marqueses de L***, a quienes tambien
ella profesaba aversion, cuando no estaban en el poder daban reuniones
alla en su finca de la Mancha y ofrecian esplendido _buffet_ a sus
electores: cuando el marques era ministro daban tambien reuniones, pero
suprimian el _buffet_. Julita R***, una jovencita muy linda, que tampoco
inspiraba simpatias a la altiva dama, habia sido arrojada de casa de los
senores de M*** por haberla hallado encerrada en el cuarto del
primogenito, un chico de quince anos". Estas y otras noticias del mismo
jaez dejabalas caer el gallardo mancebo de sus labios con cierta
displicencia comica que despertaba el buen humor de la bella. Era todo
el talento de Pepe Castro en el orden moral. Los demas que poseia
referianse enteramente al fisico.
Se habian disipado las n
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