ras de mi. He
tenido que refugiarme en casa de Mariana. Luego, una vez alli, no hubo
mas remedio que aguantar un rato. Vino papa, y porque no saliese conmigo
espere otro poquito a que se fuese.... iAhi ves!
--iTiene gracia ese chico!--dijo riendo el caballero.
--iMucha! iSi es muy divertido que le averigueen a una donde va y lo sepa
en seguida todo el mundo, y llegue a oidos de mi marido! iRiete, hombre,
riete!
--?Por que no? ?A quien se le ocurre mas que a ti tomarse un disgusto
por tener un admirador tan platonico? ?Has recibido alguna carta? ?Te ha
dicho alguna palabra al paso?
--Eso es lo que menos importaba. Lo que me excita los nervios es la
persecucion. Luego es un mocoso capaz por despecho, si averigua mis
entradas en esta casa, de escribir un anonimo.... Y tu ya sabes la
situacion especial en que me encuentro respecto a mi marido.
--No es de presumir: los que escriben anonimos no son los enamorados,
sino las amigas envidiosas.... ?Quieres que yo me aviste con el y le
meta un poco de miedo?
--iEso no se pregunta, hombre!--exclamo la dama con voz irritada--.
Mira, Pepe; tu eres hombre de corazon y tienes inteligencia; pero te
hace muchisima falta un poco mas de refinamiento en el espiritu para que
comprendas ciertas cosas. Debieras dedicar menos horas al club y a los
caballos y procurar ilustrarte un poco.
--iYa parecio aquello!--dijo el joven con despecho, muy molestado por la
agria reprension.
--Pues si quieres que no te diga ciertas cosas, procura callarte otras.
Pepe Castro se encogio de hombros con superior desden y se alzo de la
silla. Dio algunas vueltas distraidamente por la estancia y paro al fin
delante de un cuadrito, que descolgo para sacudirle el polvo con el
panuelo. Clementina le miraba en tanto con ojos colericos. Se puso en
pie vivamente, como si la alzara un resorte: luego, refrenando su impetu
y adquiriendo calma, avanzo lentamente hacia la alcoba, penetro en ella,
recogio su sombrero de la cama y comenzo a ponerselo frente al espejillo
de una cornucopia, con ademanes lentos, donde se adivinaba, sin embargo,
en el levisimo temblor de las manos, la sorda irritacion que la
embargaba.
--iBueno!--exclamo por ultimo en tono distraido e indiferente--. Me voy,
chico.... ?Quieres algo para la calle?
El joven dio la vuelta y pregunto con sorpresa:
--?Ya?
--Ya--repuso la dama con exagerada firmeza.
El joven avanzo hacia ella, le echo suavemente un brazo al cuello, y
levan
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