ncito--dijo D. Julian rascandose la cabeza--, que el
que habia en casa hace ya tiempo que ha desaparecido. No se quien se lo
ha llevado.... Pero a mi me parece tambien, como al general, que se dice
azarar....
Aquel nuevo golpe afecto profundamente a Maldonado, que, palido ya,
tembloroso, lanzo con voz turbada un ultimo grito de angustia.
--iAzorar viene de _azor_, senores!
--iQue azor ni que coliflor, hombre de Dios!--exclamo Cobo soltando una
insolente carcajada--. Confiesa que has metido la patita y di que no lo
volveras a hacer.
El despecho, la ira del joven concejal no tuvieron limites. Todavia
lucho algunos momentos con palabras y ademanes descompuestos. Pero como
se contestase a sus energicas protestas con risitas v sarcasmos,
concluyo por adoptar una actitud digna v despreciativa, mascullando
palabras cargadas de hiel, los labios tremulos, la mirada torva. De vez
en cuando dejaba escapar por la nariz un leve bufido de indignacion.
Cobo estuvo implacable: aprovecho todas las ocasiones que se ofrecieron
para dirigirle indirectamente una pullita envenenada que causaba el
regocijo de las ninas y hacia sonreir discretamente a las personas
graves. Nadie en el mundo padecio mas hambre y sed de justicia que
Ramoncito en aquella ocasion.
La llegada de un nuevo personaje puso fin o suspendio por lo menos su
tormento. Anuncio el criado al senor duque de Requena. La entrada de
este produjo en la tertulia un movimiento que indicaba bien claramente
su importancia. Calderon salio a recibirle dandole las dos manos con
efusion. Los hombres se levantaron apresuradamente y se apartaron de los
asientos para salir a su encuentro sonrientes, expresando en su actitud
la veneracion que les inspiraba. Las damas volvieron tambien sus rostros
hacia el con curiosidad y respeto, y Pepa Frias se levanto para
saludarle. Hasta el padre Ortega abandono a su marquesa y se adelanto
inclinado, sumiso, dirigiendole un saludo almibarado, sonriendole con
sus ojos claros al traves de los fuertes cristales de miope que gastaba.
Por algunos instantes apenas se oyo en la estancia mas que "querido
duque", "senor duque". "iOh, duque!"
El objeto de tanta atencion y acatamiento era un hombre bajo, gordo, la
faz amoratada, los ojos saltones y oblicuos, el cabello blanco, y el
bigote entrecano, duro y erizado como las puas de un puerco-espin. Los
labios gruesos y sinuosos y manchados por el zumo del cigarro puro que
traia apagado y mordia paseandol
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