Noguera, y Miguel Bastidas sus sobrinos,
por haber seguido diferente camino que los demas, consiguieron
felizmente libertarse y establecer su residencia en la provincia de
Azangaro, que continuo ciegamente a su devocion, con las circunvecinas
de la Paz, y las del Collao, formando considerable partido para sostener
sus ideas. A este intento dispusieron con las mas activas y eficaces
diligencias, reunir todos sus inicuos parciales, y acopiar muchas armas
y municiones, para apoderarse de los prisioneros, al tiempo que fuesen
conducidos a la ciudad del Cuzco, donde habia determinado remitirlos el
Comandante General, D. Jose del Valle, para que sufriesen el castigo que
merecian por sus gravisimos delitos. Penetradas por este gefe las
intenciones de los rebeldes, aunque considero remoto pudiesen verificar
su proyecto, no dejo de tomar todas cuantas medidas le dictaban su
practica y esperiencia militar, para frustrar sus esfuerzos, y no
esponerse a que por algun inesperado accidente o casualidad, recobrasen
la libertad unos reos de aquella naturaleza: y persuadiendose que para
su entera seguridad se requeria la presencia de su persona, determino
escoltarlos con una columna muy reforzada, dejando el resto del ejercito
en los campos de Quiquijana, Tinta y Langui, para que ocurriesen a
cuanto pudiese suceder en el poco tiempo que calculo podia emplear en el
viage; y dispuesto todo en la forma espresada, custodio a los
delincuentes, hasta la puente de Urcos, donde se los entrego todos a D.
Jose Cabero, Coronel del regimiento de dragones provinciales de
Armaraes, que guarnecia aquel importante puesto, para que siguiese con
ellos hasta la ciudad del Cuzco, e hiciese formal entrega de sus
personas al Visitador, D. Jose Antonio de Areche, que se mantenia en
ella, esperando el exito de las operaciones del ejercito, y tambien para
providenciar cuanto fuese necesario a su resistencia.
Hasta esta epoca las tropas de Lima no habian esperimentado sino
felicidades, y aunque siempre vencedoras, y en todas ocasiones
gloriosas, no pudo conseguir su general, imprimir en ellas la generosa
resolucion de acabar la obra comenzada. El demasiado amor a sus familias
y hogares, y el ambicioso deseo de recoger sus cosechas, motivaron una
considerable desercion, que desvanecio cuanto tenia proyectado, pues no
pudo verificar su retroceso desde la puente de Urcos, tan pronto como se
lo habia propuesto; porque improvisamente se desaparecieron todos los
ind
|